sábado, 15 de septiembre de 2012

DARK CITY vs. las pinturas de EDWARD HOPPER

En uno de sus relatos, James Ballard imaginó una ciudad sin límites, una paradoja matemática en la que, cuando los protagonistas del relato trataban de encontrar un final o frontera, se encontraban con una curva que se prolongaba infinitamente. Alex Proyas imaginó, junto con los guionistas Lem Dobbs y David S. Goyer, una ciudad que, desde cierto punto de vista es lo exactamente opuesto: una ciudad completamente limitada, encerrada, una isla que flota en medio del espacio. Sin embargo, para efectos de sus posibles habitantes, ambas ciudades constituyen una prisión, un espacio cerrado del cual es imposible salir.

Hay cuatro películas que comparten esta temática de que parecía que la conciencia escindida de finales de siglo se convertía en el territorio inestable donde se erigían las nuevas distopías, y el terror de Descartes a un “genio maligno” tomaba nuevo cuerpo en máquinas, inteligencias artificiales y otras fuerzas impersonales que proyectan universos virtuales en torno a individuos que dudan de lo que sus sentidos les presentan, y que han dado lugar a cientos de discusiones, acerca de posibles plagios o imitaciones: Piso 13, de Josef Rusnak, estrenada el 17 de septiembre de 1999; eXistenZ, de David Cronenberg, en teatros el 8 de octubre del mismo año; Matrix, de los hermanos Wachowski, también de 1999, el 21 de mayo; y la primera en orden cronológico, Dark City, del director australiano Alex proyas, estrenada el 22 de mayo de 1998. La proximidad de las temáticas ha suscitado comparaciones frecuentes, aunque las más cercanas han terminado siendo estas dos últimas producciones, pues algunos han encontrado similitudes no sólo en la idea general, sino en el argumento, el tratamiento visual, la puesta en escena y otros elementos

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Dana Polan, profesor de cine de la Tisch School of Arts de Nueva York, ha establecido paralelos visuales entre Dark City y la pintura de Edward Hopper. Este autor también cree que la película está influenciada por el cine europeo de mediados del siglo XX, aquellas películas que imaginaban una isla (real o simbólica) en la que los directores situaban a un grupo de personajes y los ponían a interactuar, introduciendo algún factor extraño o desestabilizante (Polan cita L’Aventura, de Antonioni, o El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, entre otras). Polan cree que Dark City, más que una reflexión sobre la identidad o la realidad, es una alegoría de la experiencia fílmica: John Murdock es una especie de espectador que lo está viendo todo, como si la realidad que lo rodea fuera para él una gran película que alguien manipula ante sus ojos. Una idea que también comparte Barbara Bennel quien, comparando esta cinta con el clásico de Ridley Scott, afirma:

Blade Runner y Dark City usan fotos y postales como desencadenantes de la memoria y, en ambos casos, estas representaciones visuales que llevan al pasado en Blade Runner y fuera de la ciudad en Dark city, son falsas. Estas formas de representación visual acotan de manera autoreflexiva el medio cinematográfico y sus capacidades.


Dartk City vs. Metrópolis

En el caso de Dark City hay otro linaje que hay que rastrear, y que la conecta directamente con un tema caro a la ciencia ficción a lo largo del siglo XX (y que sigue bifurcándose ahora en el XXI): el tema de la Ciudad, la ciudad imaginada, soñada o proyectada por las ficciones científicas, cuya primera toma de vistas nos la entregó Fritz Lang en 1927, con su majestuosa Metrópolis. Pero si aquella ciudad imaginada primero por Thea Von Harbou y luego proyectada por Lang, era una alegoría espacial de la sociedad de clases y las asimetrías entre los ricos (pocos-arriba) y los pobres (muchos-abajo), la ciudad de Proyas parece representar espacialmente otro tipo de sociedad, otro tipo de ser humano: el de la era de la noopolítica, donde el control sobre las conciencias es más importante que el control sobre los medios de producción.

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En este punto es donde difiere Dark City de las películas mencionadas al principio y de cualquier fantasía solipsista: si la ciudad cambia no es porque sea una proyección virtual, una alucinación o el producto de la mente de Murdock o de los extraterrestres; al contrario, esta es una ciudad real, tangible, objetiva (al interior del universo diegético de la película), si bien sean poderes “mentales” los que permitan transfigurarla. Y la conciencia de Murdock, con sus falsos recuerdos, como los de los otros habitantes, son los que son maleables, intercambiables, frágiles. Y sin embargo, el protagonista se aferra a ellos, pues si sólo somos memoria, si ese conjunto de datos registrados hilvanados por nuestra conciencia es lo que nos constituye, Murdock se aferra a ellos, aunque sean falsos. E incluso en esa ciudad suspendida en el espacio, en esa isla imposible, John Murdock encuentra su Shell Beach, su infancia paradisiaca preservada en la memoria.

FUENTE: http://lacavernadehoffman.blogspot.com.ar/2011/09/dark-city-alex-proyas-1998.html