En
uno de sus relatos, James Ballard imaginó una ciudad sin límites, una
paradoja matemática en la que, cuando los protagonistas del relato
trataban de encontrar un final o frontera, se encontraban con una curva
que se prolongaba infinitamente. Alex Proyas imaginó, junto con los
guionistas Lem Dobbs y David S. Goyer, una ciudad que, desde cierto
punto de vista es lo exactamente opuesto: una ciudad completamente
limitada, encerrada, una isla que flota en medio del espacio. Sin
embargo, para efectos de sus posibles habitantes, ambas ciudades
constituyen una prisión, un espacio cerrado del cual es imposible salir.
Hay cuatro películas que comparten esta temática de que parecía
que la conciencia escindida de finales de siglo se convertía en el
territorio inestable donde se erigían las nuevas distopías, y el terror
de Descartes a un “genio maligno” tomaba nuevo cuerpo en máquinas,
inteligencias artificiales y otras fuerzas impersonales que proyectan
universos virtuales en torno a individuos que dudan de lo que sus
sentidos les presentan, y que han dado lugar a cientos de discusiones,
acerca de posibles plagios o imitaciones: Piso 13, de Josef Rusnak,
estrenada el 17 de septiembre de 1999; eXistenZ, de David Cronenberg, en
teatros el 8 de octubre del mismo año; Matrix, de los hermanos
Wachowski, también de 1999, el 21 de mayo; y la primera en orden
cronológico, Dark City, del director australiano Alex proyas, estrenada
el 22 de mayo de 1998. La proximidad de las temáticas ha suscitado
comparaciones frecuentes, aunque las más cercanas han terminado siendo
estas dos últimas producciones, pues algunos han encontrado similitudes
no sólo en la idea general, sino en el argumento, el tratamiento visual,
la puesta en escena y otros elementos
Dana
Polan, profesor de cine de la Tisch School of Arts de Nueva York, ha
establecido paralelos visuales entre Dark City y la pintura de Edward
Hopper. Este autor también cree que la película está influenciada por el
cine europeo de mediados del siglo XX, aquellas películas que
imaginaban una isla (real o simbólica) en la que los directores situaban
a un grupo de personajes y los ponían a interactuar, introduciendo
algún factor extraño o desestabilizante (Polan cita L’Aventura, de
Antonioni, o El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, entre otras).
Polan cree que Dark City, más que una reflexión sobre la identidad o la
realidad, es una alegoría de la experiencia fílmica: John Murdock es
una especie de espectador que lo está viendo todo, como si la realidad
que lo rodea fuera para él una gran película que alguien manipula ante
sus ojos. Una idea que también comparte Barbara Bennel quien, comparando
esta cinta con el clásico de Ridley Scott, afirma:
Blade Runner y
Dark City usan fotos y postales como desencadenantes de la memoria y,
en ambos casos, estas representaciones visuales que llevan al pasado en
Blade Runner y fuera de la ciudad en Dark city, son falsas. Estas formas
de representación visual acotan de manera autoreflexiva el medio
cinematográfico y sus capacidades.
Dartk City vs. Metrópolis
En
el caso de Dark City hay otro linaje que hay que rastrear, y que la
conecta directamente con un tema caro a la ciencia ficción a lo largo
del siglo XX (y que sigue bifurcándose ahora en el XXI): el tema de la
Ciudad, la ciudad imaginada, soñada o proyectada por las ficciones
científicas, cuya primera toma de vistas nos la entregó Fritz Lang en
1927, con su majestuosa Metrópolis. Pero si aquella ciudad imaginada
primero por Thea Von Harbou y luego proyectada por Lang, era una
alegoría espacial de la sociedad de clases y las asimetrías entre los
ricos (pocos-arriba) y los pobres (muchos-abajo), la ciudad de Proyas
parece representar espacialmente otro tipo de sociedad, otro tipo de ser
humano: el de la era de la noopolítica, donde el control sobre las
conciencias es más importante que el control sobre los medios de
producción.
En
este punto es donde difiere Dark City de las películas mencionadas al
principio y de cualquier fantasía solipsista: si la ciudad cambia no es
porque sea una proyección virtual, una alucinación o el producto de la
mente de Murdock o de los extraterrestres; al contrario, esta es una
ciudad real, tangible, objetiva (al interior del universo diegético de
la película), si bien sean poderes “mentales” los que permitan
transfigurarla. Y la conciencia de Murdock, con sus falsos recuerdos,
como los de los otros habitantes, son los que son maleables,
intercambiables, frágiles. Y sin embargo, el protagonista se aferra a
ellos, pues si sólo somos memoria, si ese conjunto de datos registrados
hilvanados por nuestra conciencia es lo que nos constituye, Murdock se
aferra a ellos, aunque sean falsos. E incluso en esa ciudad suspendida
en el espacio, en esa isla imposible, John Murdock encuentra su Shell
Beach, su infancia paradisiaca preservada en la memoria.
FUENTE: http://lacavernadehoffman.blogspot.com.ar/2011/09/dark-city-alex-proyas-1998.html