Otro director francés con el que ando metido ultimamente es BERTRAND BLIER.
Sobre Bertrand Blier... Una delicada capa de absurdo - Por Diego Ruiz
Bertrand Blier (Francia, 1939) es básicamente un escritor, como él mismo lo afirma, y como lo ha ratificado con una permanente presencia literaria y escénica en el espectro artístico francés y europeo. Sin embargo, el medio que ha permitido nuestro acercamiento a sus cualidades creadoras no ha sido precisamente la novela o el teatro, ha sido el cine. Entre 1974 y 2010 ha dirigido 16 largometrajes, que además de plasmar su potencialidad narrativa y dramática, han fracturado de manera sana las estructuras formales del arte audiovisual. Ha unido con meticulosidad piezas diminutas de originalidad hasta configurar un estilo de amplias direcciones interpretativas, oblicuas figuras narrativas, espejos de fría intimidad y personajes pulcros al igual que llenos de aberración. Bertrand Blier lidera una intención estética que demanda la atención en el mejor sentido: para comunicar las reflexiones de un hombre inteligente, él mismo.
El margen de las consideraciones de Blier respecto al drama humano es de indistinta definición debido a una intensa capa de absurdo, una característica de automática lectura en todas sus realizaciones. Un absurdo dominante en sus personajes y extendido a los ambientes, a los hilos conductores de las historias y a cada cuadro representado. Pero lo contrario, lo opuesto a la razón, el sin sentido; se oscurecen más que de por sí cuando se acompañan de estructuras dramáticas simples, razonables y con pleno sentido. De este modo, los argumentos que Blier expone se aproximan a cierta indefinición en la que siendo temas cotidianos del discurso existencial se esfuman en la forma; y por otra vía, esos mismos argumentos se distinguen con brillantez siendo representaciones sentimentales encarnadas por sus personajes.
Un caso ejemplar de lo anterior puede ser el que se desarrolla en Beau Père (Tu me hiciste mujer, 1981), su quinta película, cuando Rémi (Patrick Dewaere) siendo el padrastro de Marion (Ariel Basse) se enamora de su hijastra y ésta de él, luego de la muerte de la madre. El absurdo aparece al revolucionar la relación de un padrastro de 30 años con su hijastra de 14 en una relación amorosa. Pero este impresionante artilugio sumergido en la casualidad y el amor se difumina lentamente al permitir el delicado desenlace del absurdo en cada uno interiormente; es decir, las circunstancias que envuelven a Rémi lo arrojan hacia un cúmulo de sentimientos dramáticamente más conmovedores que la fachada de un semi-incesto. Igualmente, la actitud de Marion es más cautivante en tanto más ansiosa de amor y menos sometida por el contexto.
Así pues que hablar de los asuntos o temas cinematográficos de Blier podría ser la proposición de palabras que se evaporan, como se evaporan esos mismos temas en sus películas ante el estallido dramático de los personajes. Esos brotes interpretativos son una textura audiovisual en el marco de sensaciones que abruman, son dibujos infectos de alma; son el tornillo colosal que sujeta un entorno apesadumbrado, girando hasta dejarlo caer y liberarse, girando hasta asirlo con fuerza y soportar su revoltijo, o sin girar y aún así, desprenderse sin explicación o mantenerse aprisionado. Son los personajes de Bertrand Blier el rasgo más intenso de su fabulación con las imágenes.
Alejado de un pragmatismo natural como el de "A veces me pongo a mirar una piedra./ No me pongo a pensar si siente."; si para Bertrand Blier las piedras fueran un motivo las haría sentir, actuar y decirlo todo sin esperar entendimiento. Se acerca, más bien, a un pragmatismo anti-natural como el de continuar con los sentimientos en los muertos o materializar los pensamientos a la vez que se suceden en la turbia mente de los personajes. En Un, deux, trois soleil (Un, dos, tres sol; 1993) después de sacudir mortalmente con un tiro de escopeta a Pablito (Petit Paul interpretado por Oliver Martinez) inserta nuevamente su figura y su acontecer post-mortis al acompañar a su novia Victorine (Anouk Grinberg) a un bar. En Trop belle pour toi (Demasiado bella para ti, 1989) cenan Bernard y Colette cómodamente (Gérard Depardieu, Josiane Balasko) a manera de suceso real idealizado por Bernard mientras camina por la calle; y en esa misma cena aparece Florence (Carole Bouquet) para lavar los platos y compartir un café mientras es idealización de Bernard y Colette en su conversación, imaginada ya antes por Bernard. Con esta clase de artificios de estilo, de trucos narrativos, Blier concilia lo ilógico para transmitir, algo así, como lo que padecen anímicamente sus personajes. Dispone un conjunto de ocurrencias en apariencia incoherentes para que los individuos se manifiesten íntegramente, expongan su pena y compartan su aliento con el espectador.
La elaboración de un mundo de ficción habitado por seres con tal precedente constitutivo tiene su primer día de luz a manos del manipulador de existencias, Señor Blier, con Les valseuses (traducida como Los Rompepelotas y Las cosas por su nombre, 1974) está inspirada en una novela del mismo nombre publicada por Blier en 1972. Sus tres protagonistas son Patrick Dewaere, Gérard Depardieu y Miou-Miou. En ella aparecen también Jeanne Moreau e Isabelle Huppert interpreta uno de sus primeros papeles. Gérard Depardieu (Jean-Claude) y Patrik Dewaere (Pierrot) son dos jovenzuelos que pasean por toda Francia deslizando su jovialidad de fechoría en fechoría. Como ángeles rapaces engullen el planeta acomodando en el rostro una risita cínica después de fugarse de un escenario a otro; no sólo mordisquean los sucesos sino que los devoran con una mueca cómica. La excusa es "descubrir la vida" experimentándolo todo, agotándola. "Es una película desesperadamente optimista... Es la prefiguración de un momento revolucionario cuyo dominio es la utopía." decía Bernardo Bertolucci de la primera realización de Blier. Es una película de carreteras al ritmo de hormonas en ebullición clamantes de cierta libertad, manifiesta por medio de símbolos de transitoriedad como los autos, los trenes, la promiscuidad y las prolongadas líneas de asfalto. Transitar durante dos horas a la par de Jean y Pierrot es un baño de ingenuo idealismo que remueve en el espíritu el moho que cubre la utopía.
En los setenta muchos espectadores se afligieron ante tal desparpajo satírico arrojado con frescura en el andar de Jean y Pierrot: - Tú lo que necesitas es una mujer que brinde amor de verdad, dice Jean a Pierrot. – Sí, eso es; contesta Pierrot. De inmediato se aprestan tras una mujer de cincuenta años que sale de prisión; abordan a Jeanne Pirolle (Jeanne Moreau) en la puerta de la penitenciaría y la convencen de brindarse placer mutuamente, sin compromiso ni intereses incógnitos. Jeanne accede inerme y parca al goce para luego suicidarse como acto consciente de plena satisfacción. Lo maravilloso de cada personaje es que sus deseos no admiten postergación, los anhelos son inmediatos y sus sueños se reducen al acto que ejecutan; suprimen la expectativa del futuro accionando con pasión el estar en presente.
Un par de años después reaparece Blier con Calmos (1976), "una inspirada explosión de fantasía porno" afirmaba la crítica norteamericana Pauline Kael. En esta ocasión Jean-Pierre Marielle y Jean Rochefort interpretan a un ginecólogo y un gígolo respectivamente, agotados de cualquier sugerencia sexual femenina. El doctor no soporta ver una vagina más y el gígolo está exhausto de la exigencia sexual de las mujeres. Deciden refugiarse en una villa con la única compañía de los sacerdotes del lugar, pero el casto encierro se torna en pesadilla concúbita al presentarse un regimiento de mujeres armadas que los obliga a trabajar en un burdel. En aire de comedia discurre delirante hacia la reflexión entorno a los esquemas de dominio sexual prefigurados por el sentido común. La película termina con los dos hombres caminando hacia el interior de la vagina de una mujer gigante penetrada en el acto por su amante.
Préparez vos mouchoirs (¿Quiere ser el amante de mi mujer?, 1978) es el tercer largometraje de Blier que se suma con vitalidad a una intención no subterránea de liberar de hipocresía los confusos fundamentos humanos. Nuevamente Gérard Depardieu y Patrik Dewaere son punto de convergencia de una fábula subversiva "más extravagante y menos abrasiva" afirma Blier. Con sosiego narrativo, a diferencia de Les Valseuses y Calmos, se presenta una ulceración en valores tradicionales como la pareja, la familia y la maternidad con la mediación de un ridículo revestimiento de los acontecimientos y los personajes. Raoul (Depardieu) es un instructor de conducción incapaz de procurar en su esposa Solange (Carole Laure) una caricia, una sonrisa, mucho menos la intención de tener un bebé o alguna cosa diferente a tejer. Solange habita sin tener incentivos del entorno, como una durmiente cuya respiración es el único indicio de vida. Raoul propone a Stéphane (Dewaere), un completo extraño, brindar algo de felicidad a su esposa y hacerle un hijo, éste acepta pero al tratar a Solange no consigue despertarla de su letargo. Sin embargo, los dos hombres desarrollan una extraña amistad respaldada en una gran pasión por Mozart, alimentada en Raoul por Stéphane. "Quería hacer una película acerca de dos imbéciles que hablan de Mozart como lo harían de un partido de fútbol" dice Blier.
Posteriormente Raoul y Stéphane llevan a Solange al campo con la idea de que un cambio de aire mejorará su condición, allí se topan con Cristian, un pequeño prodigio de trece años, propietario de un emporio industrial en plan de visita para observar a los pobres, sus futuros empleados. El chico despierta inquietud en Solange que se lo lleva a la cama, se convierten en amantes y al final Solange es felizmente preñada por el pequeño. Solange "es el símbolo perfecto de la feminidad –el ideal– porque nadie la entiende. Creo que los hombres, yo mismo, por ejemplo, entendemos muy pocas cosas acerca de las mujeres. Por eso es que hago películas de hombres que no entienden lo que pasa en la mente femenina.", comenta Blier.
Sin chistes respecto a las comidas, a continuación el plato frío, Buffett Froid (1979). Se recomienda abrigo porque el ambiente, en esta ocasión, es de bajas temperaturas anímicas. En esta película un suspiro es congelado y luego quebrado en fragmentos que se esparcen por el lugar sin perder su estado sólido, de ninguna manera esas piezas de exhalación recobran la calidez de una expresión. La poética se suprime con un parlamento frígido, la consecuencia de los actos se interrumpe ante la ausencia de anhelo por un acto siguiente, ni una sola sonrisa, menos una emoción; tan sólo apatía y malas maneras. En la cuarta realización de Blier los gestos son secos, sin fibra sentimental, entonces uno se parte... de risa árida. Blier extrae la sustancia de las cosas y las exhibe pálidas, a punto de fenecer; de hecho, cada personaje, luego de rodear un tanto la poquedad, muere.
Alphonse Tram (Gérard Depardieu), un desempleado psicópata que apuñala casualmente a un simple ciudadano en el metro (Michel Serrault); Morvandiau (Bernard Blier), un inspector de policía con más de criminal que de justiciero, y un asesino en serie (Jean Carmet) que mata a la esposa de Alphonse, se alían para ejecutar un contrato de asesinato, para protegerse y huir atemorizados del peligro que encierra la urbe francesa. Pero hasta el campo los persigue la muerte, los aniquila uno por uno hasta cerrar el círculo de juegos agónicos con un disparo sobre Alphonse a manos de la hija del simple ciudadano del metro (Carole Bouquet).
La escena urbana contemporánea es el objeto de esta sátira. En una melodía de contrapunto reflexivo se ridiculizan los entes que encarnan la alienación, la violencia y la justicia. Los primeros en temer y esconderse del crimen son los criminales, entonces se enlaza una cadena de miedo que se alimenta espontáneamente: los criminales acosados por un temor creciente acometen con ferocidad para protegerse, ejercen la violencia como respuesta ante el temor, éste a la vez más grande por la misma violencia que ellos han generado. Llegado el punto en que nosotros, ciudadanos, cargamos armas para el caso de...; ya se está en esa cadena de temor en la que el quicio es lo primero en asfixiarse; lo siguiente es el desborde de la cadena, su rompimiento, la muerte o la huida.
En 1980 Blier publica la novela Beau-Pére (Step-Father) que adaptará para cine en 1981 con el mismo nombre. Como citaba al inicio es la historia de un amor entre Rémi y su hijastra Marion en medio de la aparente aberración que encierra una relación entre cuerpos dispares; pero como además de los cuerpos existe una plano interior en los seres que domina, o intenta dominar las formas a que estan sometidos, se consigue convertir la aberración en un gesto íntimo de verdad amorosa. Lo difícil es conservar limpia esa verdad con la humildad y entrega que se requiere; allí es cuando claudican Rémi y Marion marcando tan sólo una experiencia de vida y no ese precioso ideal denominado convivencia.
"Rémi es un símbolo de mi generación... Estamos marcados por que falta, ustedes saben, el conocimiento de la vida. Por eso es que mis personajes son un poco estúpidos... porque su generación lo es." comenta Blier. Lo paradójico en los comentarios del director es que sin proponerse enfocar personajes maravillosos; es decir, superiores; y apuntando más bien hacia individuos imbéciles o estúpidos, ha creado seres extraordinarios. Su grandeza no consiste en demostrar lucidez en las palabras o en las acciones, sino en denotarlas con una flexión interior que los hace ver transparentes, pulcros; aunque sea desde la torpeza. La inteligencia se suscribe generalmente a estigmas demasiado complejos que muy pocos hombres podrían desenmarañar a favor de dicha transparencia. La inteligencia, dado el amplio y necio cuerpo de prefiguraciones de orden y status humano, sólo en escasas ocasiones deja de ser una roña en el centro del alma, cada vez la ayuda menos a resplandecer. En este sentido, bienvenida la estupidez de Rémi.
La Femme de mon pôte (My best friend´s girl, 1983) o "El arte de filmar nada" como la denominó sarcásticamente el crítico francés Jean-Pierre Jeancolas, es la siguiente realización de Blier. Además: "un tedioso fracaso", "excelente uso de las locaciones", "ejercicio superficial", "virtualmente indistinguible entre el torrente de otros, deliberadamente casuales, juegos románticos producidos en serie cada año en Francia". En otros términos, según la crítica internacional, no hay con qué hacer un caldo en el drama triangular de Pascal (Thierry Lhermitte), Mickey (el reconocido comediante de teatro Coluche) y Viviane (Isabelle Hupert). Pero sorteando, al igual que Blier, el ¿ataque? de la crítica, digamos que en vez de caldo es un amasijo de experiencia, claro está, desde la perspectiva que propician diez y seis años transcurridos.
Los amigos del título son Pascal y Mickey, un par de solteros que pasan una temporada en el chalet de Pascal ubicado en los Alpes. Los problemas comienzan con el arribo de Viviane, la última conquista de Pascal, que torna su atención sobre Mickey en la ausencia del otro. Pero la chica, acostumbrada a los amoríos, abandona abruptamente al par de amigos por un desconocido que finalmente le roba y la abandona; entonces regresa a casa de Pascal, precisamente, cuando los dos mejores amigos discuten sobre qué hacer en caso de que esa puta regrese.
Lamentablemente, como otras películas del director, ésta no ha sido posible verla en nuestro país; por tanto, se hace imposible corroborar el tino de los comentarios de la crítica o el desatino del director, y menos completar una mirada íntegra sobre su cinematografía, que sea entonces, referente informativo respecto a la progresión cinematográfica de Bertrand Blier.
Al año siguiente Blier presenta Nôtre histoire (Nuestra historia, 1984) con la misma correspondencia por parte de la crítica a pesar de haber ganado algunos premios en los Césars al mejor guión y mejor actor para Alan Delon. Es la historia del encuentro casual en un tren entre Robert Avranche (Alain Delon), propietario de una taller y Donatienne, una ama de casa divorciada. Repentinamente Robert sigue a Donatienne a su casa para luego instalarse en un sillón de la sala a beber cerveza todo el tiempo, a la manera de un marido de domingo. Donatienne se las arregla para que los amigos de Robert vengan a recogerlo, pero Robert se refugia en sus sueños a fin de procurar la escabullida de una vida vacía. Es la ambigüedad entre la realidad y la fantasía el soporte narrativo que permite a Robert buscar un lugar en el que su profunda decepción se transforme en satisfactoria certidumbre existencial.
Si bien Blier ha pretendido experimentar con estructuras complejas que permitan un relato más cercano a lo emotivo que subyace en personajes como Robert, sus intentos ocasionalmente fallan, justamente, por el exceso de artificio. Sobrepasado cierto punto en las elaboraciones formales, se hace perceptible una distancia entre el desarrollo del estilo y la línea argumentativa, develando así, fisuras en la relación eufónica de una cosa con otra. Sin embargo, es de reconocer que la experimentación de Blier obedece a una intención sensata de hallar herramientas novedosas que permitan la expresión amplia de pliegues sentimentales como alternativa frente al uso reiterativo de clisés y al agotamiento de posibilidades expresivas. No es una experimentación que pretenda justificarse de por sí; por el sólo hecho de ejecutarse amparándose en la reverencial condescendencia que encierra culturalmente el término.
Tenue de sortiée (Traje de etiqueta, 1986), continuando con la caprichosa línea que dibujan las críticas en la carrera de un director, es la obra de Blier que permite comentarios como: "uno de los más tiernos episodios románticos del cine reciente", "la imaginación abrasiva y la mala crónica prueban que se prendió fuego contra algunas de las primeras películas de Blier", "Bertrand Blier es verdaderamente grandioso", "sus dos películas anteriores fueron subestimadas", etc. A este punto, esa cualidad que sobrecoge a la crítica cinematográfica en la permanente contradicción se balancea entre la virtud y la ineptitud. En cualquier caso, se patenta que las obras cinematográficas, por su amplio proceso de elaboración, merecen de sus más fieles observadores –los críticos– una apreciación más que casual según el abrupto estado anímico.
Traje de etiqueta es la historia de Bob (Gérard Depardieu), intruso en la relación de Antoine (Michel Blanc) y Monique (Miou-Miou). Bob pretende el amor de Antoine y lo consigue echando mano de finas estrategias de seducción. Comenta Blier "No es una película acerca de la homosexualidad. Es acerca de los problemas actuales del hombre y la mujer joven. Es una película que hace un punto de diferencia entre el amor y las relaciones sexuales... también es acerca de la mujer como un objeto soñado." En la apariencia general de la historia no se descubre el porque de un giro en el reconocimiento a Blier tanto de la crítica como del público (en la primera semana de exhibición en Francia se registraron 900.000 entradas); pero, como se dice al inicio de este artículo, los temas (o historias) en este director se disipan rápidamente para dar paso al tránsito liberado de los personajes. La fuerza de esos personajes y no de los temas se convierte en lo más revelador gracias a cierta comunión con el espectador, con su mundo particular, su vivencia real, lo que motiva sus lágrimas, lo que incita la risa, su asombro o miedo. Para el espectador, el humano, son episodios fragmentados acaecidos en la cercanía del entorno y no sucesos observados en un plano general (a la mera de estudios sociológicos) los que determinan su personalidad. El transeúnte que recorre una acera mirando toda clase de artículos en las vitrinas o el que conduce su auto, cualquiera, no está dotado de una percepción tan amplia como para asumir las diminutas piezas (cosas y acciones reales) que configuran su vida, como temas. En otras palabras, la individualidad permite dilucidar directamente y como punto de referencia, la intimidad, no lo amplio y universal. Entonces, al representar seres que se desenvuelven partiendo de esa misma intimidad y no asumiendo las dimensiones de un tema, se concibe dicha comunión.
Trop belle pour toi esconde la experimentación tras una certeza narrativa que no admite cuestionamientos de forma. La precisión constructiva logra ahora el concierto que no consigue Nôtre histoire. ¿Qué concierto? ¿Qué forma? Me reservo el intento de respuesta porque a este punto, Bertrand Blier es un director verdaderamente complejo. No se entienda, por favor, "lejano de entendimiento"; por el contrario, la historia de Bernard, Colette y Florence es tan sencilla como la del pájaro que quiere el pan y el queso. En ambas historias aparece un zorro que se lo lleva todo, pero que en realidad no es sagacidad del zorro, es la ingenuidad del pájaro que lo quería todo y ahora vuela ligero pero lleno de remordimiento. Lo complejo es la forma bajo la cual se establece el concierto.
Bernard es el gerente de una concesionaria de autos que se enamora al instante de Colette, su nueva secretaria; una mujer madura sin tantos aparentes atractivos como su hermosa esposa Florence. Está completamente enamorado de Colette pero es que Florence es tan bella..., demasiado bella. Mientras resuelve desaparece Colette y mientras regresa a buscarla desaparece Florence. La piedra que lanza el zorro como engaño y consuelo para el pájaro, en el caso de Bernard son las melodías de Schubert, a la manera de una patada en el culo, como dice Bernard.
Si al principio el cúmulo de relaciones ridículas, cambios de lugar y tiempo, saltos narrativos y características ambiguas en los personajes podía denominarse como absurdo; en Trop Belle pour toi los sucesos acontecen consecuentemente y aun así, son inexplicables. Se trasciende el uso de los planos dimensionales pasando del ensueño a un pensamiento, a un recuerdo; se disloca el tiempo real uniendo varios tiempos alternativos. El medidor que determina la coherencia de los movimientos particulares en el relato es la capacidad receptiva del espectador, calculada certeramente por Blier.
Su siguiente producción es Merci la vie (Thanks for Life, 1991) protagonizada por Charlotte Gainsbourg (Camille) y Anouk Grinberg (Joëlle). Mercí la vie no se ha presentado en Colombia; pero, según vagas reseñas es "Una deslumbrante exhibición de estilo y destreza por Blier y su tropa. Es el relato de la inocente Camille y la preciosa Joëlle que se hacen amigas e inician el camino del auto-conocimiento en una nebulosa de diferentes períodos: entre el presente y la época de la ocupación Nazi en Francia..." Además la señalan como "Histéricamente graciosa, ultrajante y liberadora."
Un, dos, tres stop; o un, dos, tres estatua; así le decíamos por mi cuadra al juego que en la cuadra de Victorine llaman Un, deux, trois soleil; el sol, el sol, la poética naturalista mientras que uno estaba inspirado en la colonización gringa. El juego consiste en que alguno de los chicos se hace contra la pared y cuenta mientras los demás se acercan por la espalda, al pronunciar la última palabra el chico de la pared debe darse vuelta de inmediato para identificar quiénes no están congelados y expulsarlos del juego. La finalidad es llegar hasta la pared para luego ser quien cuenta y se da vuelta. Lo que me parecía más difícil de este juego era que se salieran los que uno decía que se habían movido, para Victorine, lo difícil es que no la violen sus amigüitos al acercarse por la espalda. "Pero si ya es momento Victorine, ya tienes tetas"; le dicen los compañeros. Es cierto, ya tiene teticas, ha llegado el momento de crecer. Entonces la película es sobre Victorine, dejando la niñez a regañadientes y aceptando con lástima la adultez. "Victorine / Sí papá / Me falta un poquito de valor (para aceptar la muerte) / A mí también me falta un poquito (para aceptar la vida) / Victorine / Sí papá / Hay que caminar con la frente en alto / Sí papá / Aun cuando desees bajarla / Sí papá / Mira como me mantengo erguido (cruza el umbral) / Sí papá, te veo, estás erguido. Eres bello, eres fuerte... y a los infelices los joden, los joden." Así concluye la onceava película de Bertrand Blier; las palabras son de Marcello Mastroianni como papá de Victorine en una de sus últimas actuaciones y de Anouk Grinberg (Victorine) la esposa del director.
Es una crónica social plagada de extremos no lejanos a la Francia contemporánea de los suburbios y el neoliberalismo. Estos extremos son la figuración de una protesta contra la pobreza, el hambre, la escuela con violadores de 12 años, el amor conforme e idealista, la estupidez humana, los gestos de humanidad y el amor por el padre; entorno de obligatoria circulación para la dulce Victorine. Su lugar entre el tumulto de desdichas es brindar consuelo a la manera de una madre. A pesar del contexto social realista, Victorine es una creación urdida adicionalmente por el asomo del desvarío. Se advierte en casos como el de proceder maternalmente con su propia madre; está obligada a asumir lo que sería su madre si no fuera como ella, una niña. – ¿Cuándo de te vas a morir?, pregunta Victorine a mamá, en su caso es peor tenerla viva que muerta. La desprotección en que se inscribe a Victorine desde el inicio, al desestimar a su madre, predispone en Un, deux, trois soleil hacia el padecimiento, que es finalmente su dominio.
Mon Homme (Mi hombre, 1996) es la historia de una prostituta feliz (Anouk Grinberg) por el hallazgo del chulo ideal (Oliver Martinez), la obsesión de su vida, a quién consagrarse en cuerpo y alma. Se acompañan, pues, las aventuras de esta prostituta y de su proxeneta amado. "Es quizá un cuento de hadas, pero un serio cuento de hadas... Es un poco la historia de una chica que cuenta una historia maravillosa, luego su historia es rota por él (su chulo) y finalmente descubre otra historia, verdadera, más autentica y quizá mucho más maravillosa que la narrada por ella al principio" comentaba Blier en rueda de prensa del Festival de Berlín en 1996.
Uno de los directores más renovadores de la narrativa cinematográfica. Su frescura y dimensión estilística reivindica, a cada estreno, la mocedad del cine. Esa frescura o inteligencia expresiva bien ha sido distinguida en Cannes, Berlín, Venecia, en fin; incluso hasta en Los Ángeles, en los premios Oscar. Es momento de apreciarlo también, comenzando por valorar ampliamente sus películas.
Resulta inevitable comentar que su fortaleza creativa es tan edificante como la de cualquier párvulo realizador recién salido de la Escuela de Nueva York o del London Film Institute –con todo el ímpetu hacia lo experimental–; o en una comparación mejor, tan edificante como el joven director Francés Mathieu Kassovitz, quién actuó para él en Mon Homme.
La afamada "magia" del cine realmente existe, precisamente, porque directores como Bertrand Blier tienen la capacidad de conjurarla.
Breve Cronología:
1959 - Asistente de John Barry en Ox Mambo.
1966 - Dirigió su primer película "Hitler, Connais Pas"
1974 - Dirigió Les Valseuses (Going Places), basada en una novela suya. A esta altura un clásico el cine francés con Patrick Dewaere, Gerard Deperdieu, Miou-Miou y Jeanne Moreau.
1978 - Gracias a la cinta Preparez vos mouchoirs (¿Quiere ser el amante de mi mujer?) ganó el Oscar a la mejor película extranjera.
1983 - Su película La femme de mon Potte participó en el Festival de Cannes
1989 - Su película Trop belle pour toi, recibió el Gran Premio del Jurado en Cannes, el César al Mejor film, mejor director, Mejor guión y mejor actríz
1990 - Conoció a la actríz Anouk Grinberg, y dirigió 3 películas junto a ella.
FILMOGRAFÍA:
Hitler, connais pas (1963)
La grimace (1966)
Si j'étais un espion (1967)
Laisse aller, c'est une valse (1971)
Les Valseuses (1974)
Calmos (1976)
Préparez vos mouchoirs (1978)
Buffet froid (1979)
Beau-père (1981)
Debout les crabes, la mer monte! (1983) (story)
La femme de mon pote (1983)
Notre histoire (1984)
Tenue de soirée (1986)
Trop belle pour toi (1989)
Merci la vie (1991)
Un, deux, trois, soleil (1993)
Grosse fatigue (1994) (story)
Mon homme (1996)
Les acteurs (2000)
Les Côtelettes (2003) (dialogue) (play) (scenario)
Combien tu m'aimes? (2005)
The Clink of Ice (Le bruit des glaçons) (2010)
ENLACES:
http://idiomas.udea.edu.co/~pulpmovies/ ... Blier.html
http://www.c1n3.org/b/blier01b/index.html
http://avaxsearch.com/avaxhome_search?c ... rand+blier
Sobre Bertrand Blier... Una delicada capa de absurdo - Por Diego Ruiz
Bertrand Blier (Francia, 1939) es básicamente un escritor, como él mismo lo afirma, y como lo ha ratificado con una permanente presencia literaria y escénica en el espectro artístico francés y europeo. Sin embargo, el medio que ha permitido nuestro acercamiento a sus cualidades creadoras no ha sido precisamente la novela o el teatro, ha sido el cine. Entre 1974 y 2010 ha dirigido 16 largometrajes, que además de plasmar su potencialidad narrativa y dramática, han fracturado de manera sana las estructuras formales del arte audiovisual. Ha unido con meticulosidad piezas diminutas de originalidad hasta configurar un estilo de amplias direcciones interpretativas, oblicuas figuras narrativas, espejos de fría intimidad y personajes pulcros al igual que llenos de aberración. Bertrand Blier lidera una intención estética que demanda la atención en el mejor sentido: para comunicar las reflexiones de un hombre inteligente, él mismo.
El margen de las consideraciones de Blier respecto al drama humano es de indistinta definición debido a una intensa capa de absurdo, una característica de automática lectura en todas sus realizaciones. Un absurdo dominante en sus personajes y extendido a los ambientes, a los hilos conductores de las historias y a cada cuadro representado. Pero lo contrario, lo opuesto a la razón, el sin sentido; se oscurecen más que de por sí cuando se acompañan de estructuras dramáticas simples, razonables y con pleno sentido. De este modo, los argumentos que Blier expone se aproximan a cierta indefinición en la que siendo temas cotidianos del discurso existencial se esfuman en la forma; y por otra vía, esos mismos argumentos se distinguen con brillantez siendo representaciones sentimentales encarnadas por sus personajes.
Un caso ejemplar de lo anterior puede ser el que se desarrolla en Beau Père (Tu me hiciste mujer, 1981), su quinta película, cuando Rémi (Patrick Dewaere) siendo el padrastro de Marion (Ariel Basse) se enamora de su hijastra y ésta de él, luego de la muerte de la madre. El absurdo aparece al revolucionar la relación de un padrastro de 30 años con su hijastra de 14 en una relación amorosa. Pero este impresionante artilugio sumergido en la casualidad y el amor se difumina lentamente al permitir el delicado desenlace del absurdo en cada uno interiormente; es decir, las circunstancias que envuelven a Rémi lo arrojan hacia un cúmulo de sentimientos dramáticamente más conmovedores que la fachada de un semi-incesto. Igualmente, la actitud de Marion es más cautivante en tanto más ansiosa de amor y menos sometida por el contexto.
Así pues que hablar de los asuntos o temas cinematográficos de Blier podría ser la proposición de palabras que se evaporan, como se evaporan esos mismos temas en sus películas ante el estallido dramático de los personajes. Esos brotes interpretativos son una textura audiovisual en el marco de sensaciones que abruman, son dibujos infectos de alma; son el tornillo colosal que sujeta un entorno apesadumbrado, girando hasta dejarlo caer y liberarse, girando hasta asirlo con fuerza y soportar su revoltijo, o sin girar y aún así, desprenderse sin explicación o mantenerse aprisionado. Son los personajes de Bertrand Blier el rasgo más intenso de su fabulación con las imágenes.
Alejado de un pragmatismo natural como el de "A veces me pongo a mirar una piedra./ No me pongo a pensar si siente."; si para Bertrand Blier las piedras fueran un motivo las haría sentir, actuar y decirlo todo sin esperar entendimiento. Se acerca, más bien, a un pragmatismo anti-natural como el de continuar con los sentimientos en los muertos o materializar los pensamientos a la vez que se suceden en la turbia mente de los personajes. En Un, deux, trois soleil (Un, dos, tres sol; 1993) después de sacudir mortalmente con un tiro de escopeta a Pablito (Petit Paul interpretado por Oliver Martinez) inserta nuevamente su figura y su acontecer post-mortis al acompañar a su novia Victorine (Anouk Grinberg) a un bar. En Trop belle pour toi (Demasiado bella para ti, 1989) cenan Bernard y Colette cómodamente (Gérard Depardieu, Josiane Balasko) a manera de suceso real idealizado por Bernard mientras camina por la calle; y en esa misma cena aparece Florence (Carole Bouquet) para lavar los platos y compartir un café mientras es idealización de Bernard y Colette en su conversación, imaginada ya antes por Bernard. Con esta clase de artificios de estilo, de trucos narrativos, Blier concilia lo ilógico para transmitir, algo así, como lo que padecen anímicamente sus personajes. Dispone un conjunto de ocurrencias en apariencia incoherentes para que los individuos se manifiesten íntegramente, expongan su pena y compartan su aliento con el espectador.
La elaboración de un mundo de ficción habitado por seres con tal precedente constitutivo tiene su primer día de luz a manos del manipulador de existencias, Señor Blier, con Les valseuses (traducida como Los Rompepelotas y Las cosas por su nombre, 1974) está inspirada en una novela del mismo nombre publicada por Blier en 1972. Sus tres protagonistas son Patrick Dewaere, Gérard Depardieu y Miou-Miou. En ella aparecen también Jeanne Moreau e Isabelle Huppert interpreta uno de sus primeros papeles. Gérard Depardieu (Jean-Claude) y Patrik Dewaere (Pierrot) son dos jovenzuelos que pasean por toda Francia deslizando su jovialidad de fechoría en fechoría. Como ángeles rapaces engullen el planeta acomodando en el rostro una risita cínica después de fugarse de un escenario a otro; no sólo mordisquean los sucesos sino que los devoran con una mueca cómica. La excusa es "descubrir la vida" experimentándolo todo, agotándola. "Es una película desesperadamente optimista... Es la prefiguración de un momento revolucionario cuyo dominio es la utopía." decía Bernardo Bertolucci de la primera realización de Blier. Es una película de carreteras al ritmo de hormonas en ebullición clamantes de cierta libertad, manifiesta por medio de símbolos de transitoriedad como los autos, los trenes, la promiscuidad y las prolongadas líneas de asfalto. Transitar durante dos horas a la par de Jean y Pierrot es un baño de ingenuo idealismo que remueve en el espíritu el moho que cubre la utopía.
En los setenta muchos espectadores se afligieron ante tal desparpajo satírico arrojado con frescura en el andar de Jean y Pierrot: - Tú lo que necesitas es una mujer que brinde amor de verdad, dice Jean a Pierrot. – Sí, eso es; contesta Pierrot. De inmediato se aprestan tras una mujer de cincuenta años que sale de prisión; abordan a Jeanne Pirolle (Jeanne Moreau) en la puerta de la penitenciaría y la convencen de brindarse placer mutuamente, sin compromiso ni intereses incógnitos. Jeanne accede inerme y parca al goce para luego suicidarse como acto consciente de plena satisfacción. Lo maravilloso de cada personaje es que sus deseos no admiten postergación, los anhelos son inmediatos y sus sueños se reducen al acto que ejecutan; suprimen la expectativa del futuro accionando con pasión el estar en presente.
Un par de años después reaparece Blier con Calmos (1976), "una inspirada explosión de fantasía porno" afirmaba la crítica norteamericana Pauline Kael. En esta ocasión Jean-Pierre Marielle y Jean Rochefort interpretan a un ginecólogo y un gígolo respectivamente, agotados de cualquier sugerencia sexual femenina. El doctor no soporta ver una vagina más y el gígolo está exhausto de la exigencia sexual de las mujeres. Deciden refugiarse en una villa con la única compañía de los sacerdotes del lugar, pero el casto encierro se torna en pesadilla concúbita al presentarse un regimiento de mujeres armadas que los obliga a trabajar en un burdel. En aire de comedia discurre delirante hacia la reflexión entorno a los esquemas de dominio sexual prefigurados por el sentido común. La película termina con los dos hombres caminando hacia el interior de la vagina de una mujer gigante penetrada en el acto por su amante.
Préparez vos mouchoirs (¿Quiere ser el amante de mi mujer?, 1978) es el tercer largometraje de Blier que se suma con vitalidad a una intención no subterránea de liberar de hipocresía los confusos fundamentos humanos. Nuevamente Gérard Depardieu y Patrik Dewaere son punto de convergencia de una fábula subversiva "más extravagante y menos abrasiva" afirma Blier. Con sosiego narrativo, a diferencia de Les Valseuses y Calmos, se presenta una ulceración en valores tradicionales como la pareja, la familia y la maternidad con la mediación de un ridículo revestimiento de los acontecimientos y los personajes. Raoul (Depardieu) es un instructor de conducción incapaz de procurar en su esposa Solange (Carole Laure) una caricia, una sonrisa, mucho menos la intención de tener un bebé o alguna cosa diferente a tejer. Solange habita sin tener incentivos del entorno, como una durmiente cuya respiración es el único indicio de vida. Raoul propone a Stéphane (Dewaere), un completo extraño, brindar algo de felicidad a su esposa y hacerle un hijo, éste acepta pero al tratar a Solange no consigue despertarla de su letargo. Sin embargo, los dos hombres desarrollan una extraña amistad respaldada en una gran pasión por Mozart, alimentada en Raoul por Stéphane. "Quería hacer una película acerca de dos imbéciles que hablan de Mozart como lo harían de un partido de fútbol" dice Blier.
Posteriormente Raoul y Stéphane llevan a Solange al campo con la idea de que un cambio de aire mejorará su condición, allí se topan con Cristian, un pequeño prodigio de trece años, propietario de un emporio industrial en plan de visita para observar a los pobres, sus futuros empleados. El chico despierta inquietud en Solange que se lo lleva a la cama, se convierten en amantes y al final Solange es felizmente preñada por el pequeño. Solange "es el símbolo perfecto de la feminidad –el ideal– porque nadie la entiende. Creo que los hombres, yo mismo, por ejemplo, entendemos muy pocas cosas acerca de las mujeres. Por eso es que hago películas de hombres que no entienden lo que pasa en la mente femenina.", comenta Blier.
Sin chistes respecto a las comidas, a continuación el plato frío, Buffett Froid (1979). Se recomienda abrigo porque el ambiente, en esta ocasión, es de bajas temperaturas anímicas. En esta película un suspiro es congelado y luego quebrado en fragmentos que se esparcen por el lugar sin perder su estado sólido, de ninguna manera esas piezas de exhalación recobran la calidez de una expresión. La poética se suprime con un parlamento frígido, la consecuencia de los actos se interrumpe ante la ausencia de anhelo por un acto siguiente, ni una sola sonrisa, menos una emoción; tan sólo apatía y malas maneras. En la cuarta realización de Blier los gestos son secos, sin fibra sentimental, entonces uno se parte... de risa árida. Blier extrae la sustancia de las cosas y las exhibe pálidas, a punto de fenecer; de hecho, cada personaje, luego de rodear un tanto la poquedad, muere.
Alphonse Tram (Gérard Depardieu), un desempleado psicópata que apuñala casualmente a un simple ciudadano en el metro (Michel Serrault); Morvandiau (Bernard Blier), un inspector de policía con más de criminal que de justiciero, y un asesino en serie (Jean Carmet) que mata a la esposa de Alphonse, se alían para ejecutar un contrato de asesinato, para protegerse y huir atemorizados del peligro que encierra la urbe francesa. Pero hasta el campo los persigue la muerte, los aniquila uno por uno hasta cerrar el círculo de juegos agónicos con un disparo sobre Alphonse a manos de la hija del simple ciudadano del metro (Carole Bouquet).
La escena urbana contemporánea es el objeto de esta sátira. En una melodía de contrapunto reflexivo se ridiculizan los entes que encarnan la alienación, la violencia y la justicia. Los primeros en temer y esconderse del crimen son los criminales, entonces se enlaza una cadena de miedo que se alimenta espontáneamente: los criminales acosados por un temor creciente acometen con ferocidad para protegerse, ejercen la violencia como respuesta ante el temor, éste a la vez más grande por la misma violencia que ellos han generado. Llegado el punto en que nosotros, ciudadanos, cargamos armas para el caso de...; ya se está en esa cadena de temor en la que el quicio es lo primero en asfixiarse; lo siguiente es el desborde de la cadena, su rompimiento, la muerte o la huida.
En 1980 Blier publica la novela Beau-Pére (Step-Father) que adaptará para cine en 1981 con el mismo nombre. Como citaba al inicio es la historia de un amor entre Rémi y su hijastra Marion en medio de la aparente aberración que encierra una relación entre cuerpos dispares; pero como además de los cuerpos existe una plano interior en los seres que domina, o intenta dominar las formas a que estan sometidos, se consigue convertir la aberración en un gesto íntimo de verdad amorosa. Lo difícil es conservar limpia esa verdad con la humildad y entrega que se requiere; allí es cuando claudican Rémi y Marion marcando tan sólo una experiencia de vida y no ese precioso ideal denominado convivencia.
"Rémi es un símbolo de mi generación... Estamos marcados por que falta, ustedes saben, el conocimiento de la vida. Por eso es que mis personajes son un poco estúpidos... porque su generación lo es." comenta Blier. Lo paradójico en los comentarios del director es que sin proponerse enfocar personajes maravillosos; es decir, superiores; y apuntando más bien hacia individuos imbéciles o estúpidos, ha creado seres extraordinarios. Su grandeza no consiste en demostrar lucidez en las palabras o en las acciones, sino en denotarlas con una flexión interior que los hace ver transparentes, pulcros; aunque sea desde la torpeza. La inteligencia se suscribe generalmente a estigmas demasiado complejos que muy pocos hombres podrían desenmarañar a favor de dicha transparencia. La inteligencia, dado el amplio y necio cuerpo de prefiguraciones de orden y status humano, sólo en escasas ocasiones deja de ser una roña en el centro del alma, cada vez la ayuda menos a resplandecer. En este sentido, bienvenida la estupidez de Rémi.
La Femme de mon pôte (My best friend´s girl, 1983) o "El arte de filmar nada" como la denominó sarcásticamente el crítico francés Jean-Pierre Jeancolas, es la siguiente realización de Blier. Además: "un tedioso fracaso", "excelente uso de las locaciones", "ejercicio superficial", "virtualmente indistinguible entre el torrente de otros, deliberadamente casuales, juegos románticos producidos en serie cada año en Francia". En otros términos, según la crítica internacional, no hay con qué hacer un caldo en el drama triangular de Pascal (Thierry Lhermitte), Mickey (el reconocido comediante de teatro Coluche) y Viviane (Isabelle Hupert). Pero sorteando, al igual que Blier, el ¿ataque? de la crítica, digamos que en vez de caldo es un amasijo de experiencia, claro está, desde la perspectiva que propician diez y seis años transcurridos.
Los amigos del título son Pascal y Mickey, un par de solteros que pasan una temporada en el chalet de Pascal ubicado en los Alpes. Los problemas comienzan con el arribo de Viviane, la última conquista de Pascal, que torna su atención sobre Mickey en la ausencia del otro. Pero la chica, acostumbrada a los amoríos, abandona abruptamente al par de amigos por un desconocido que finalmente le roba y la abandona; entonces regresa a casa de Pascal, precisamente, cuando los dos mejores amigos discuten sobre qué hacer en caso de que esa puta regrese.
Lamentablemente, como otras películas del director, ésta no ha sido posible verla en nuestro país; por tanto, se hace imposible corroborar el tino de los comentarios de la crítica o el desatino del director, y menos completar una mirada íntegra sobre su cinematografía, que sea entonces, referente informativo respecto a la progresión cinematográfica de Bertrand Blier.
Al año siguiente Blier presenta Nôtre histoire (Nuestra historia, 1984) con la misma correspondencia por parte de la crítica a pesar de haber ganado algunos premios en los Césars al mejor guión y mejor actor para Alan Delon. Es la historia del encuentro casual en un tren entre Robert Avranche (Alain Delon), propietario de una taller y Donatienne, una ama de casa divorciada. Repentinamente Robert sigue a Donatienne a su casa para luego instalarse en un sillón de la sala a beber cerveza todo el tiempo, a la manera de un marido de domingo. Donatienne se las arregla para que los amigos de Robert vengan a recogerlo, pero Robert se refugia en sus sueños a fin de procurar la escabullida de una vida vacía. Es la ambigüedad entre la realidad y la fantasía el soporte narrativo que permite a Robert buscar un lugar en el que su profunda decepción se transforme en satisfactoria certidumbre existencial.
Si bien Blier ha pretendido experimentar con estructuras complejas que permitan un relato más cercano a lo emotivo que subyace en personajes como Robert, sus intentos ocasionalmente fallan, justamente, por el exceso de artificio. Sobrepasado cierto punto en las elaboraciones formales, se hace perceptible una distancia entre el desarrollo del estilo y la línea argumentativa, develando así, fisuras en la relación eufónica de una cosa con otra. Sin embargo, es de reconocer que la experimentación de Blier obedece a una intención sensata de hallar herramientas novedosas que permitan la expresión amplia de pliegues sentimentales como alternativa frente al uso reiterativo de clisés y al agotamiento de posibilidades expresivas. No es una experimentación que pretenda justificarse de por sí; por el sólo hecho de ejecutarse amparándose en la reverencial condescendencia que encierra culturalmente el término.
Tenue de sortiée (Traje de etiqueta, 1986), continuando con la caprichosa línea que dibujan las críticas en la carrera de un director, es la obra de Blier que permite comentarios como: "uno de los más tiernos episodios románticos del cine reciente", "la imaginación abrasiva y la mala crónica prueban que se prendió fuego contra algunas de las primeras películas de Blier", "Bertrand Blier es verdaderamente grandioso", "sus dos películas anteriores fueron subestimadas", etc. A este punto, esa cualidad que sobrecoge a la crítica cinematográfica en la permanente contradicción se balancea entre la virtud y la ineptitud. En cualquier caso, se patenta que las obras cinematográficas, por su amplio proceso de elaboración, merecen de sus más fieles observadores –los críticos– una apreciación más que casual según el abrupto estado anímico.
Traje de etiqueta es la historia de Bob (Gérard Depardieu), intruso en la relación de Antoine (Michel Blanc) y Monique (Miou-Miou). Bob pretende el amor de Antoine y lo consigue echando mano de finas estrategias de seducción. Comenta Blier "No es una película acerca de la homosexualidad. Es acerca de los problemas actuales del hombre y la mujer joven. Es una película que hace un punto de diferencia entre el amor y las relaciones sexuales... también es acerca de la mujer como un objeto soñado." En la apariencia general de la historia no se descubre el porque de un giro en el reconocimiento a Blier tanto de la crítica como del público (en la primera semana de exhibición en Francia se registraron 900.000 entradas); pero, como se dice al inicio de este artículo, los temas (o historias) en este director se disipan rápidamente para dar paso al tránsito liberado de los personajes. La fuerza de esos personajes y no de los temas se convierte en lo más revelador gracias a cierta comunión con el espectador, con su mundo particular, su vivencia real, lo que motiva sus lágrimas, lo que incita la risa, su asombro o miedo. Para el espectador, el humano, son episodios fragmentados acaecidos en la cercanía del entorno y no sucesos observados en un plano general (a la mera de estudios sociológicos) los que determinan su personalidad. El transeúnte que recorre una acera mirando toda clase de artículos en las vitrinas o el que conduce su auto, cualquiera, no está dotado de una percepción tan amplia como para asumir las diminutas piezas (cosas y acciones reales) que configuran su vida, como temas. En otras palabras, la individualidad permite dilucidar directamente y como punto de referencia, la intimidad, no lo amplio y universal. Entonces, al representar seres que se desenvuelven partiendo de esa misma intimidad y no asumiendo las dimensiones de un tema, se concibe dicha comunión.
Trop belle pour toi esconde la experimentación tras una certeza narrativa que no admite cuestionamientos de forma. La precisión constructiva logra ahora el concierto que no consigue Nôtre histoire. ¿Qué concierto? ¿Qué forma? Me reservo el intento de respuesta porque a este punto, Bertrand Blier es un director verdaderamente complejo. No se entienda, por favor, "lejano de entendimiento"; por el contrario, la historia de Bernard, Colette y Florence es tan sencilla como la del pájaro que quiere el pan y el queso. En ambas historias aparece un zorro que se lo lleva todo, pero que en realidad no es sagacidad del zorro, es la ingenuidad del pájaro que lo quería todo y ahora vuela ligero pero lleno de remordimiento. Lo complejo es la forma bajo la cual se establece el concierto.
Bernard es el gerente de una concesionaria de autos que se enamora al instante de Colette, su nueva secretaria; una mujer madura sin tantos aparentes atractivos como su hermosa esposa Florence. Está completamente enamorado de Colette pero es que Florence es tan bella..., demasiado bella. Mientras resuelve desaparece Colette y mientras regresa a buscarla desaparece Florence. La piedra que lanza el zorro como engaño y consuelo para el pájaro, en el caso de Bernard son las melodías de Schubert, a la manera de una patada en el culo, como dice Bernard.
Si al principio el cúmulo de relaciones ridículas, cambios de lugar y tiempo, saltos narrativos y características ambiguas en los personajes podía denominarse como absurdo; en Trop Belle pour toi los sucesos acontecen consecuentemente y aun así, son inexplicables. Se trasciende el uso de los planos dimensionales pasando del ensueño a un pensamiento, a un recuerdo; se disloca el tiempo real uniendo varios tiempos alternativos. El medidor que determina la coherencia de los movimientos particulares en el relato es la capacidad receptiva del espectador, calculada certeramente por Blier.
Su siguiente producción es Merci la vie (Thanks for Life, 1991) protagonizada por Charlotte Gainsbourg (Camille) y Anouk Grinberg (Joëlle). Mercí la vie no se ha presentado en Colombia; pero, según vagas reseñas es "Una deslumbrante exhibición de estilo y destreza por Blier y su tropa. Es el relato de la inocente Camille y la preciosa Joëlle que se hacen amigas e inician el camino del auto-conocimiento en una nebulosa de diferentes períodos: entre el presente y la época de la ocupación Nazi en Francia..." Además la señalan como "Histéricamente graciosa, ultrajante y liberadora."
Un, dos, tres stop; o un, dos, tres estatua; así le decíamos por mi cuadra al juego que en la cuadra de Victorine llaman Un, deux, trois soleil; el sol, el sol, la poética naturalista mientras que uno estaba inspirado en la colonización gringa. El juego consiste en que alguno de los chicos se hace contra la pared y cuenta mientras los demás se acercan por la espalda, al pronunciar la última palabra el chico de la pared debe darse vuelta de inmediato para identificar quiénes no están congelados y expulsarlos del juego. La finalidad es llegar hasta la pared para luego ser quien cuenta y se da vuelta. Lo que me parecía más difícil de este juego era que se salieran los que uno decía que se habían movido, para Victorine, lo difícil es que no la violen sus amigüitos al acercarse por la espalda. "Pero si ya es momento Victorine, ya tienes tetas"; le dicen los compañeros. Es cierto, ya tiene teticas, ha llegado el momento de crecer. Entonces la película es sobre Victorine, dejando la niñez a regañadientes y aceptando con lástima la adultez. "Victorine / Sí papá / Me falta un poquito de valor (para aceptar la muerte) / A mí también me falta un poquito (para aceptar la vida) / Victorine / Sí papá / Hay que caminar con la frente en alto / Sí papá / Aun cuando desees bajarla / Sí papá / Mira como me mantengo erguido (cruza el umbral) / Sí papá, te veo, estás erguido. Eres bello, eres fuerte... y a los infelices los joden, los joden." Así concluye la onceava película de Bertrand Blier; las palabras son de Marcello Mastroianni como papá de Victorine en una de sus últimas actuaciones y de Anouk Grinberg (Victorine) la esposa del director.
Es una crónica social plagada de extremos no lejanos a la Francia contemporánea de los suburbios y el neoliberalismo. Estos extremos son la figuración de una protesta contra la pobreza, el hambre, la escuela con violadores de 12 años, el amor conforme e idealista, la estupidez humana, los gestos de humanidad y el amor por el padre; entorno de obligatoria circulación para la dulce Victorine. Su lugar entre el tumulto de desdichas es brindar consuelo a la manera de una madre. A pesar del contexto social realista, Victorine es una creación urdida adicionalmente por el asomo del desvarío. Se advierte en casos como el de proceder maternalmente con su propia madre; está obligada a asumir lo que sería su madre si no fuera como ella, una niña. – ¿Cuándo de te vas a morir?, pregunta Victorine a mamá, en su caso es peor tenerla viva que muerta. La desprotección en que se inscribe a Victorine desde el inicio, al desestimar a su madre, predispone en Un, deux, trois soleil hacia el padecimiento, que es finalmente su dominio.
Mon Homme (Mi hombre, 1996) es la historia de una prostituta feliz (Anouk Grinberg) por el hallazgo del chulo ideal (Oliver Martinez), la obsesión de su vida, a quién consagrarse en cuerpo y alma. Se acompañan, pues, las aventuras de esta prostituta y de su proxeneta amado. "Es quizá un cuento de hadas, pero un serio cuento de hadas... Es un poco la historia de una chica que cuenta una historia maravillosa, luego su historia es rota por él (su chulo) y finalmente descubre otra historia, verdadera, más autentica y quizá mucho más maravillosa que la narrada por ella al principio" comentaba Blier en rueda de prensa del Festival de Berlín en 1996.
Uno de los directores más renovadores de la narrativa cinematográfica. Su frescura y dimensión estilística reivindica, a cada estreno, la mocedad del cine. Esa frescura o inteligencia expresiva bien ha sido distinguida en Cannes, Berlín, Venecia, en fin; incluso hasta en Los Ángeles, en los premios Oscar. Es momento de apreciarlo también, comenzando por valorar ampliamente sus películas.
Resulta inevitable comentar que su fortaleza creativa es tan edificante como la de cualquier párvulo realizador recién salido de la Escuela de Nueva York o del London Film Institute –con todo el ímpetu hacia lo experimental–; o en una comparación mejor, tan edificante como el joven director Francés Mathieu Kassovitz, quién actuó para él en Mon Homme.
La afamada "magia" del cine realmente existe, precisamente, porque directores como Bertrand Blier tienen la capacidad de conjurarla.
Breve Cronología:
1959 - Asistente de John Barry en Ox Mambo.
1966 - Dirigió su primer película "Hitler, Connais Pas"
1974 - Dirigió Les Valseuses (Going Places), basada en una novela suya. A esta altura un clásico el cine francés con Patrick Dewaere, Gerard Deperdieu, Miou-Miou y Jeanne Moreau.
1978 - Gracias a la cinta Preparez vos mouchoirs (¿Quiere ser el amante de mi mujer?) ganó el Oscar a la mejor película extranjera.
1983 - Su película La femme de mon Potte participó en el Festival de Cannes
1989 - Su película Trop belle pour toi, recibió el Gran Premio del Jurado en Cannes, el César al Mejor film, mejor director, Mejor guión y mejor actríz
1990 - Conoció a la actríz Anouk Grinberg, y dirigió 3 películas junto a ella.
FILMOGRAFÍA:
Hitler, connais pas (1963)
La grimace (1966)
Si j'étais un espion (1967)
Laisse aller, c'est une valse (1971)
Les Valseuses (1974)
Calmos (1976)
Préparez vos mouchoirs (1978)
Buffet froid (1979)
Beau-père (1981)
Debout les crabes, la mer monte! (1983) (story)
La femme de mon pote (1983)
Notre histoire (1984)
Tenue de soirée (1986)
Trop belle pour toi (1989)
Merci la vie (1991)
Un, deux, trois, soleil (1993)
Grosse fatigue (1994) (story)
Mon homme (1996)
Les acteurs (2000)
Les Côtelettes (2003) (dialogue) (play) (scenario)
Combien tu m'aimes? (2005)
The Clink of Ice (Le bruit des glaçons) (2010)
ENLACES:
http://idiomas.udea.edu.co/~pulpmovies/ ... Blier.html
http://www.c1n3.org/b/blier01b/index.html
http://avaxsearch.com/avaxhome_search?c ... rand+blier
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