Jean-Paul Civeyrac has discovered many young talents :
- Camille Berthomier in À travers la forêt
- Valérie Crunchant in All the fine promises,
- Lucia Sanchez in Les solitaires,
- Renaud Bécard in Man's Gentle Love
De Solitaires (2000) a Fantômes (2001) o À travers la forêt (2006), Jean-Paul Civeyrac viene dando vueltas a los temas de la muerte y la desaparición, con predilección por las figuras femeninas. En Des filles en noir (2010) filma, con afilada elegancia evanescente, la misteriosa —oscura— pulsión de muerte de la juventud, el doloroso instinto suicida de la adolescencia, cuando, como en la canción de los Rolling Stones, todo se ve pintado de negro.
Próxima a Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999), la última película de Civeyrac también se emparenta con la rebelión contra la absurdidad de El diablo probablemente (Robert Bresson, 1977). Con rigor y sensibilidad, sin complacencia, nos recuerda que el romanticismo genuino es el culto ardiente a una pasión inefable, embriaguez de infinito, rebeldía; y no otras cosas menos serias.
Filmography
- Ni d’Eve ni d’Adam (1996)
- Les solitaires (2000)
- Fantômes (2001)
- Man's Gentle Love (French title : Le doux amour des hommes, 2002)
- All the fine promises (French title : Toutes ces belles promesse, 2003)
- Tristesse beau visage (2004)
- À travers la forêt (2005)
- Ma belle rebelle (2006)
- Mon prince charmant (2006)
- Malika s'est envolée (2008)
- Des filles en noir (2010)
"La vida no cesa de engendrar, pero es para aniquilar lo que engendra."
Georges Bataille
Georges Bataille
En
la mitología griega todo formaba parte de un mismo ser, el Caos, del
que brotó Gea, quien en su seno daría a luz a Urano para engendrar a un
sinfín de seres mitológicos con los que se iniciaría el universo
tangible. Sin embargo, junto a Caos y Gea surgió también Eros, el amor
primordial, la energía cósmica que permite la reproducción de Gea con el
asexuado Caos. Dentro de la propia mitología griega, existe otro Eros,
el que se suele considerar hijo de Afrodita y que se ocupa de la
división de los seres en femeninos y masculinos, así como de crear la
atracción entre ellos. En cualquier caso, tanto uno como otro son
responsables, de alguna forma, de la reproducción, la continuación de la
vida y del nacimiento de los sentimientos para la creación de nuevos
seres.
Tánatos, por su parte, es uno de los seres menores dentro del decurso de la mitología griega. Aunque algunos autores le han propuesto como hijo de Nix, la diosa de la noche, no es una teoría generalizada. Sin embargo, sí que es común considerarle uno de los enviados de la muerte, que se encarga de llevarse a los fallecidos por causas naturales. Así pues, Tánatos representa el fin del ciclo vital, pues su misión es conducir a quienes abandonan esta vida, un destino que comparte con otros de sus familiares, que se ocupan de las muertes violentas.
El psicoanálisis, a través de Freud, se ocupó de definir las pulsiones de vida del Inconsciente como acciones de Eros empujadas a mantener y reproducir la vida, por lo que el ejemplo por excelencia lo tendríamos en los impulsos sexuales. Por contraposición, y en esto Freud poco tuvo que ver pues la nomenclatura llegó más tarde, se consideraron las pulsiones de agresión (de muerte) como acciones de Tánatos, en las que la energía psíquica busca resetear la vida, acabar con ella. El desencuentro, pues, entre Eros y Tánatos llega con el mal uso de los conceptos psicoanáliticos de Freud, pues, visto a grosso modo, muchos han entendido como antagónicos dos conceptos que realmente son complementarios y están en perpetua unión.
Amor y muerte Románticos
Tánatos, por su parte, es uno de los seres menores dentro del decurso de la mitología griega. Aunque algunos autores le han propuesto como hijo de Nix, la diosa de la noche, no es una teoría generalizada. Sin embargo, sí que es común considerarle uno de los enviados de la muerte, que se encarga de llevarse a los fallecidos por causas naturales. Así pues, Tánatos representa el fin del ciclo vital, pues su misión es conducir a quienes abandonan esta vida, un destino que comparte con otros de sus familiares, que se ocupan de las muertes violentas.
El psicoanálisis, a través de Freud, se ocupó de definir las pulsiones de vida del Inconsciente como acciones de Eros empujadas a mantener y reproducir la vida, por lo que el ejemplo por excelencia lo tendríamos en los impulsos sexuales. Por contraposición, y en esto Freud poco tuvo que ver pues la nomenclatura llegó más tarde, se consideraron las pulsiones de agresión (de muerte) como acciones de Tánatos, en las que la energía psíquica busca resetear la vida, acabar con ella. El desencuentro, pues, entre Eros y Tánatos llega con el mal uso de los conceptos psicoanáliticos de Freud, pues, visto a grosso modo, muchos han entendido como antagónicos dos conceptos que realmente son complementarios y están en perpetua unión.
Amor y muerte Románticos
En Des filles en noir
(como en prácticamente toda la filmografía de Jean-Paul Civeyrac) la
muerte sobrevuela la primera capa argumental de la historia; no en vano,
sus protagonistas son dos adolescentes góticas que pretenden suicidarse
como muestra de rebeldía hacia la sociedad y como signo de fidelidad
hacia su vínculo de amistad. Sin embargo, atentos a ese Eros que busca
crear y que tiene a Tánatos como compañero de frustraciones, la película
tiene una segunda estructura argumental en la que no es la muerte quien
mueve los hilos sino el amor dramático y Romántico, aquel ingobernable
que confunde y hace presas a quienes lo acunan. Así pues, las pulsiones
de muerte de las que hablaba Freud, pueden surgir dentro de las
pulsiones de vida, como el propio Tánatos convive dentro de Eros en la
mitología griega. No todo es negro y blanco, y no siempre el hábito (el
negro) hace al monje (las chicas).
En todas las películas del francés que hemos podido visionar, la muerte y el amor conviven en el mismo plano: a veces confundiéndose la una en el otro —A través del bosque (À travers la forêt, 2005)—; en otras reconciliándose con el segundo a través de la primera —Todas las bellas promesas (Toutes ces belles promesses, 2003) y El dulce amor del hombre (Le doux amour des hommes, 2002)—, y finalmente permitiendo que las pulsiones de muerte venzan a las de vida. En esta última se encuentra Des filles en noir, pero no es de suicidio de lo que nos habla Ceivyrac, sino de la irrupción de las pulsiones de muerte en nuestra vida, en un amor: el que siente Noémie por Pris y que no se ha atrevido a confesar(se). Noémie está enamorada de su amiga, y así nos lo dicen sus actos (caricias y miradas profundas que traspasan el vínculo de la amistad) y algunos diálogos que juegan a la ambigüedad entre amor/sexo y muerte/suicidio: “No quiero que duela, quiero que sea suave”. La concepción que tiene de la amistad la joven (“un sentimiento perpetuo que no desaparece”) y la manera de expresarlo (sobreprotección hacia su amiga, posesión, exclusividad) están alejados del amor romántico tradicional (cariñoso, respetuoso), pero el psicoanálisis ya se encargó de dar buena cuenta de la amplitud del concepto amor y de desmitificarlo al ligarlo con la acción de Tánatos. No obstante, y de acuerdo con Georges Bataille, “si el amante no puede poseer al ser amado, a veces piensa en matarlo; con frecuencia preferiría matarlo a perderlo. En otros casos desea su propia muerte. Lo que está en juego en esa furia es el sentimiento de una posible continuidad vislumbrada en el ser amado (…), la plena confusión de dos seres, la continuidad de dos seres discontinuos.” Así pues, Noémie busca esa unión con su amiga Pris, ese sentimiento de pertenencia en el otro, que le lleva a proponer el suicido en pareja emulando el acto que puso final a la vida de Kleist (1), el escritor romántico del que ambas leen un poema en clase.
Amor después de la muerte
En todas las películas del francés que hemos podido visionar, la muerte y el amor conviven en el mismo plano: a veces confundiéndose la una en el otro —A través del bosque (À travers la forêt, 2005)—; en otras reconciliándose con el segundo a través de la primera —Todas las bellas promesas (Toutes ces belles promesses, 2003) y El dulce amor del hombre (Le doux amour des hommes, 2002)—, y finalmente permitiendo que las pulsiones de muerte venzan a las de vida. En esta última se encuentra Des filles en noir, pero no es de suicidio de lo que nos habla Ceivyrac, sino de la irrupción de las pulsiones de muerte en nuestra vida, en un amor: el que siente Noémie por Pris y que no se ha atrevido a confesar(se). Noémie está enamorada de su amiga, y así nos lo dicen sus actos (caricias y miradas profundas que traspasan el vínculo de la amistad) y algunos diálogos que juegan a la ambigüedad entre amor/sexo y muerte/suicidio: “No quiero que duela, quiero que sea suave”. La concepción que tiene de la amistad la joven (“un sentimiento perpetuo que no desaparece”) y la manera de expresarlo (sobreprotección hacia su amiga, posesión, exclusividad) están alejados del amor romántico tradicional (cariñoso, respetuoso), pero el psicoanálisis ya se encargó de dar buena cuenta de la amplitud del concepto amor y de desmitificarlo al ligarlo con la acción de Tánatos. No obstante, y de acuerdo con Georges Bataille, “si el amante no puede poseer al ser amado, a veces piensa en matarlo; con frecuencia preferiría matarlo a perderlo. En otros casos desea su propia muerte. Lo que está en juego en esa furia es el sentimiento de una posible continuidad vislumbrada en el ser amado (…), la plena confusión de dos seres, la continuidad de dos seres discontinuos.” Así pues, Noémie busca esa unión con su amiga Pris, ese sentimiento de pertenencia en el otro, que le lleva a proponer el suicido en pareja emulando el acto que puso final a la vida de Kleist (1), el escritor romántico del que ambas leen un poema en clase.
Amor después de la muerte
En
la filmografía de Jean-Paul Civeyrac, como decíamos antes, es común
encontrar los conceptos de Eros y Tánatos entrelazados, aunque la
diferenciación entre sus otras películas (nos centramos en las nombradas
anteriormente, ante la imposibilidad de acceder a su filmografía
completa) y Des filles en noir
se halla en el orden de los factores. Si bien en su más reciente obra la
muerte es buscada y provocada, en las anteriores el francés se centra
en la captación de la confusión que genera la desaparición del amor por
causas de muerte. A través del bosque
es aquí, además de su film más interesante, el caso paradigmático, pues
nos encontramos ante la no aceptación de la desaparición del ser amado,
hasta el punto de confundir realidad con imaginación, pasado con
presente. Ya desde el plano secuencia que abre la película, Civeyrac se
esfuerza en llevar su historia a la constante confusión que sufre la
protagonista (siente y vive la presencia de su difunto novio) a través
de una puesta en escena calculada con ojo clínico. Los cambios de
iluminación, especialmente, serán los elementos clarificadores de la
trama; y el fluir de una cámara que persigue a su protagonista por allá
donde pasa, aumentan la dualidad entre los dos mundos en que vive
Arnelle: la cámara se torna en ocasiones un personaje (¿el fallecido?)
que observa a la muchacha, pero su filmación en plano secuencia da buena
cuenta del concepto de la realidad, en la que Renaud es sólo un chico
que se parece a su novio y no su reencarnación como ella quisiera
pensar.
Lacan considera, de acuerdo con Freud, que el amor es un elemento puramente narcisista, pues lo que el ser humano busca al amar es, simplemente, ser amado. Unido esto a la imposibilidad de saciar nuestros deseos, Civeyrac esboza en sus películas personajes puramente narcisistas que buscan el enamoramiento perenne. Noémie, tras la muerte de su amiga, vive en un eterno estado de tristeza añorando a Pris, pero el vínculo entre ellas es ya irrompible; citando a Bataille de nuevo: “¡Qué dulce es quedarse en el deseo de exceder, sin llegar hasta el extremo, sin dar el paso! ¡Qué dulce es quedarse largamente ante el objeto de ese deseo, manteniéndose en vida en el deseo! (…) ¡Pero antes la muerte del deseo que nuestra propia muerte!” En efecto, mejor la desaparición del deseo que la desaparición de uno mismo, pero, matando al objeto de su deseo, Noémie perpetua su enamoramiento y la idealización de su amor. Es el ideal Romántico de la añoranza, la nostalgia, la melancolía y del mundo frío en el que se vive y al que se no puede pertenecer sin la presencia de un amor.
Lacan considera, de acuerdo con Freud, que el amor es un elemento puramente narcisista, pues lo que el ser humano busca al amar es, simplemente, ser amado. Unido esto a la imposibilidad de saciar nuestros deseos, Civeyrac esboza en sus películas personajes puramente narcisistas que buscan el enamoramiento perenne. Noémie, tras la muerte de su amiga, vive en un eterno estado de tristeza añorando a Pris, pero el vínculo entre ellas es ya irrompible; citando a Bataille de nuevo: “¡Qué dulce es quedarse en el deseo de exceder, sin llegar hasta el extremo, sin dar el paso! ¡Qué dulce es quedarse largamente ante el objeto de ese deseo, manteniéndose en vida en el deseo! (…) ¡Pero antes la muerte del deseo que nuestra propia muerte!” En efecto, mejor la desaparición del deseo que la desaparición de uno mismo, pero, matando al objeto de su deseo, Noémie perpetua su enamoramiento y la idealización de su amor. Es el ideal Romántico de la añoranza, la nostalgia, la melancolía y del mundo frío en el que se vive y al que se no puede pertenecer sin la presencia de un amor.
Des filles en noir
finaliza con un viaje onírico entre neblinas que une a Noémie con Pris.
Y así acaba también A través del bosque, con Arnelle enfundándose su
chaqueta verde (ese verde que iluminaba el coma en el que estuvo sumida
dos días y en el que reflexionaba “debo de estar muerta”), adentrándose
en el bosque. Atiende a los susurros de su novio muerto, haciendo caso
omiso de las voces de los vivos, introduciéndose en el bosque como
regreso a la naturaleza, cumpliendo con la pulsión de muerte: regresar a
un estadio anterior al de la vida.
(1) Kleist llevó el ideal Romántico hasta sus últimas consecuencias y planeó junto a su amada un suicidio conjunto.
BATAILLE, Georges Bataille: El erotismo, Fábula Tusquets Editores, Barcelona, 2007.
VERNANT, Jean- Pierre: El universo, los dioses, los hombres, Editorial Anagrama, Barcelona, 2009.
FREUD, Sigmund: Más allá del principio del placer. 1920
ENLACES/FUENTES:
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