viernes, 31 de agosto de 2012

I Hate Bugs / Odio a los insectos

Entomofobia   (***)

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Odio a los insectos, me han parecido repulsivos desde antes de que descubriera por qué Julián se enfadaba tanto cuando veía alguno. Esa molestia crecía a varios niveles de encabronamiento si algún bicho interrumpía nuestra asidua práctica de sexo. Julián me dejaba y se ponía a gritarle al animalillo para que se largara; no me parecía normal, pero pocas cosas eran normales en mi novio. Para empezar, él era muy fuerte, tanto que podía sostenerme en cualquier posición, cualquiera. Me hacía disfrutar como ninguno de mis amantes. Era muy cortés, se llevaba bien con mis amigos y, el colmo, mis padres lo adoraban. Si algo podía reprochársele era que guardaba muchos secretos, demasiados. Yo no sabía nada de su pasado, no conocía a sus amigos y mis suegros eran un tabú. No le di importancia, ¿para qué preocuparme por su pasado si su presente era todo para mí? También sostenía teorías muy peculiares, como aquella de que los seres humanos éramos soberbios al creer tan ciegamente que sólo nosotros habíamos evolucionado. “Si los monos desarrollaron su inteligencia, ¿qué les hace pensar que otros animales no siguieron su ejemplo?” Mis amigos le respondían siempre con burlas, aunque las primeras veces le alegaran que a estas alturas ya sabríamos si alguna otra especie había sido capaz de crear civilizaciones y tecnologías. Julián respondía con enigmas que nadie se tomó la molestia de interpretar.

De vez en cuando se atravesaba en nuestro camino alguna cucaracha Julián le pedía que lo dejara en paz, que todavía no era el momento. Yo pensé que se trataba de alguna especie de broma, pero él sonaba tan serio, tan convencido de que el animal lo entendía, tan angustiado… Cuando le llegué a pedir una explicación, mi novio recitaba las mismas evasivas y me prometía que algún día lo sabría. A mí me daba igual si ese día llegaba o no; lo único que me importaba era estar en la cama con él. Ahora me resulta vergonzoso, pero me volví adicta a su pene. No voy a adornarme con cursilerías de que lo amaba, de que su piel era incitante, de que sus ojos eran maravillosos. Julián no era en verdad el hombre más guapo, ni por error. Su físico era bastante simplón, recuerdo haber mencionado que era muy fuerte, pero sus músculos no estaban marcados, tampoco iba al gimnasio, de hecho nunca lo vi haciendo ejercicio.

Tampoco pude observar su piel desnuda más allá del rostro y las manos porque vestía con camisas de manga larga y cuando estábamos a solas siempre apagaba la luz. Llegué a pensar que se trataba de un falso pudor, que pretendía hacerse el interesante, pues en mi mente no cabía la idea de que a un tipo se le ocurriesen tantas posiciones retorcidas y todavía guardara algún hueco para la vergüenza.  Mi favorita era tumbarme de panza y dejar que Julián me levantara por las piernas y me penetrara. No voy a ocultar que la razón principal de mi obsesión era el placer egoísta que me proporcionaba: desde el principio Julián dejó en claro que las caricias las daba él y que yo podía dedicarme a recibirlas. Era maravilloso que un hombre me diera tantas atenciones y, además, que no tuviera que devolverlas. Sus manos parecían hechas a la medida de mi cuerpo, sabían cómo y dónde engancharse, sostenerme y apretar. Sin embargo, el que se llevaba todos los honores era su pene: firme, largo, suave, ancho, capaz de multiplicar mis orgasmos hasta dejarme agotada; hubiera podido jurar que se movía en mi interior. Pese a todo, aún lo extraño...

Ese día Julián estaba más arrebatado que de costumbre, si bien tal vez el adjetivo exacto sea el de violento. Incluso llegó a lastimarme un poco; lo justifiqué porque siempre había sido muy delicado y porque pensé que había tenido un día pesado en la oficina. Ahí estábamos en el sillón de mi departamento, subiendo y bajando a un mismo ritmo, sudando, doblando los cuerpos hasta su límite, me tumbó a la alfombra y subió mis pies. Entre los jadeos alcanzamos a escuchar el quejido de un grillo.

Julián me dejó caer para ponerse a discutir con el bicho. Yo había tenido suficiente, empecé a recoger mi ropa y a vestirme. No pude evitar un escalofrío al comprender que de verdad estaban alegando, que los ruidos del insecto tenían la cadencia de un lenguaje, que mi novio no quería hacer lo se le pedía; pero que su ley era inmutable y todos los que estaban sujetos a ella debían obedecer. Mi primer instinto fue prender la luz, así lo hice y todavía me arrepiento, pues por primera vez miré a Julián desnudo, si acaso es posible desnudar a un engendro. Yo no, no sabía qué hacer, estaba paralizada, era tan estúpido, tan hollywoodense... Desde la seguridad de mi butaca siempre les había gritado a las actrices que corrieran, que no se quedaran con el monstruo; pero en buen momento entendí que las bestias tienen una belleza que fascina, un encanto que te obliga a mirarlas, que te hace quedarte a contemplar la piel de un insecto que se ha hecho hombre, una piel acorazada, lampiña, abrillantada. Y es que Julián parecía tan humano como animal, vaya, ni siquiera tenía seis patas, aunque aún conservara vestigios del par perdido en la evolución. Él cedió ante la orden del grillo, saltó hasta donde me encontraba yo y me pidió que me calmara. Mis carcajadas retumbaron por todo el edificio, estaba histérica, ¿qué se suponía que hiciera?

Él se vistió tan rápido como pudo. No vi qué le pasó al bicho más pequeño, mis ojos ya estaban llenos de lágrimas. No tenía fuerzas para resistirme, dejé que Julián bajara las escaleras conmigo bajo el brazo y me empujara al interior de su camioneta. En un gesto tan absurdo como innecesario, me ajustó el cinturón de seguridad. No tengo idea de cuánto tiempo manejó, tampoco sé por cuáles calles me llevó, para mí fue como si de pronto se detuviera y me ordenara seguirlo. Ni siquiera lo miré. Entonces fue cuando descubrí otra diferencia entre él y yo: de su muñeca salió un aguijón, amenazó con utilizarlo. No le creí, pero de todas formas obedecí. Recuerdo una casa grande, la camilla en donde me recostó mi novio, que se apagaron las luces y al mismo tiempo se escucharon más voces. Tenían prisa. Me llevaron de puerta en puerta, de esas que se abren de par en par, como las de los hospitales, algunos pasillos estaban mejor iluminados que otros; pero en cada sala imperaba un orden meticuloso, un olor a tierra y un bullicio de ciudad, como si los habitantes royeran las paredes, escarbaran nuevos pasajes y se movieran de un lado para otro sin detenerse nunca. Durante todo el trayecto, Julián intentó convencer a los de su especie que me soltaran. Ellos le respondieron con negativas, también le dijeron que pronto el resto de los monos parlanchines terminarían como yo. Por fin dejamos atrás los corredores y se detuvo la camilla. El tipo que aparentaba ser el jefe dispuso que Julián me recostara en el piso. La habitación era inmensa, el techo se perdía en la penumbra, alcancé a distinguir mosaicos negros y blancos, sí, como un tablero de ajedrez desgastado y salpicado con sustancias que preferí no reconocer. Ninguno tenía nariz ni boca, pronto descubrí que una membrana les cubría parcialmente el rostro. Cortaron mis pantalones y arrancaron mi ropa interior. Pusieron algo gelatinoso entre mis piernas y me detuvieron con ese vigor delicado que yo conocía tan bien. Julián murmuraba junto a mi oreja, no entendí lo que decía; me recordó el zumbido de las abejas. La cosa cobró vida y empezó a retorcerse, mi piel reaccionó con asco al principio, pero conforme el gusano se arrastraba hacia mi pubis era inevitable sentirme excitada. Sus movimientos eran acompasados; su tacto no era pegajoso, sino suave; pronto alcanzó mi vagina y se fue metiendo lentamente, estimulándome a su paso. Era muy ancho, me lastimaba sólo un poco, con esa clase de dolor que se disfruta. Su cuerpo se amoldaba a mí, sus anillos se comprimían tanto como era necesario. Esa larva se asemejaba tanto a mi novio, sólo que su miembro era más pequeño, más gentil, menos avorazado. Yo estaba en el tercer orgasmo cuando de nuevo mi placer fue interrumpido. Julián me sacó de la sala, yo quería regresar. Luché con él, sólo que mi fuerza no competía con la suya. Él me decía que pronto me recuperaría, que no lograron fecundarme. Con el entendimiento llegó la vergüenza, la angustia, el ansia de escapar. Le supliqué que me bajara, ya podía correr. Mi petición llegó en buen momento, pues unos soldados nos cerraron el paso. Ellos aún conservaban los tres pares de patas, las antenas, los ojos grandes incapaces de expresar sentimientos que no tenían y las alas. Julián los derrotó sin mucho esfuerzo. Por desgracia, llegaron más y más. Él me indicó el camino y yo no miré atrás.

Escapé por pasadizos retorcidos y estrechos. Al pie de una escalera me encontré a un niño llorando, quise llevarlo conmigo, pero era inútil, sólo entorpecería mi marcha y seguramente era de esa raza nueva y poderosa, hambrienta de conquista y muerte. Ya no me detuve hasta que el sol hirió mis retinas. Como pude continué la carrera hasta que un automóvil me cerró el paso. Era un desconocido que me urgía a escapar con él, me aseguró que él también los conocía y que en ese momento era mi única esperanza.

Era cierto, ya no podía aferrarme a nada más. Accedí a subirme a su coche. El desconocido cumplió su palabra, en verdad me rescató. Ahora lucho a su lado para reconquistar mi mundo. No he vuelto a ver a Julián, he acribillado a miles de larvas, sé que es lo correcto; pero por las noches todavía sueño con esa calidez y el placer que me provocaba.

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The Jungle Nymph stick insect is completely harmless. That is, up until the moment when it drills a hole through your skull. (Via.)

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About THIS big. These are Vespa mandarinia, a.k.a., Japanese hornets. Yikes! (Photo by Addicted2Hymenoptera.)

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Its scientific name is Dryococelus australis. Wait a minute, I'm being distracted by this brave gentleman's unibrow! (Read about the tree lobster at NPR.)

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Cobra Moth (¿Polilla?)

(***) La entomofobia es el miedo (o fobia) a los insectos. Está entre las fobias más comunes, y probablemente la fobia a animales más extendida.

ENLACES/FUENTES:
http://bosquedelenigma.blogspot.com.ar/2010/08/este-fue-el-cuento-que-lei-el-domingo.html
http://thetravelingbaesels.blogspot.com.ar/2012/03/butterflies-and-moths-go-free.html
http://ultragross.blogspot.com.ar/search/label/bugs
http://virtualgaia.blogspot.com.ar/2011/04/i-hate-bugs.html
http://www.flickr.com/photos/antbbx/page2/
http://www.taringa.net/posts/imagenes/4179738/50-Espectaculares-imagenes-de-insectos.html