Así zanjaba Glenn Gould en 1974 la pregunta del periodista Jonathan Cott sobre la célebre postura que adoptaba frente al piano. Flexionado como un feto en el útero materno, Gould se sentaba sobre una silla de madera paticorta (construida para él por su padre) que dejaba su nariz a ras del teclado.
Encorvado, siempre ensimismado, canturreando, el pianista canadiense rompió con su excéntrica personalidad las leyes que hasta entonces marcaban la pauta estética -y escénica- de los concertistas. Subía al escenario con el frac arrugado bajo una -o varias- bufandas, abrigo y mitones. Dejaba sus manos a remojo durante veinte minutos antes de tocar y siempre evitaba el contacto físico (a lo Howard Hughes) con extraños. Huía de la fama, de su público, y sólo encontró respiro en las herméticas salas de grabación.
Glenn Herbert Gould (1932-1982), fue un pianista canadiense, especialmente reconocido como intérprete de las sonatas y de las Variaciones Goldberg de Bach.
El 1955, a los 21 años, debutó en Nueva York (EE.UU.), con un recital de piano que tuvo lugar en el Town Hall. Al día siguiente recibió el ofrecimiento de Columbia Masterworks para grabar su álbum debut, las Variaciones Goldberg de J.S.Bach en la primera de sus versiones (realizó una segunda en 1981).
Casi 10 años más tarde, Gould hizo un viaje a la Unión Soviética y fue el primer pianista canadiense en visitar ese país después de la Segunda Guerra Mundial.
En 1964, casi a los 32 años, tocó en público por última vez en Los Ángeles y anunció que se retiraba de los escenarios cuando era una auténtica figura internacional. La razón es que empezó a sentir hastío por la interpretación en directo y creyó que servía mejor a la música en un estudio de grabación que en la sala de conciertos.
Murió en 1982, a los pocos días de cumplir 50 años, después de sufrir un infarto cerebral.
Pero sus salidas de tono, su adicción a las pastillas y su patológica fobia a lo extraño sólo son parte del culto a la personalidad de uno de los pianistas más intensos y brillantes de la historia, un hombre escurridizo y errático, que plantó cara a las tradiciones y cuya versión de Las variaciones Goldberg de Bach (más allá de ser la pieza predilecta de los banquetes de casquería del caníbal Hannibal Lecter) es un hito del siglo XX.
En 1983, el escritor austríaco Thomas Bernhard escribe El malogrado, novela que gira en torno a un pianista llamado Glenn Gould y su interpretación de las Variaciones Goldberg de Bach. En 1992, Manuel Huerga dirige el galardonado documental Les Variacions Gould, una coproducción de Ovideo TV, La Sept/Arte y TVC sobre el pianista canadiense con motivo del décimo aniversario de su muerte. En 1993, se hizo una película sobre él titulada Thirty two short films about Glenn Gould. (Treinta y dos películas cortas sobre Glenn Gould) dirigida por François Girard y Don McKellar.
Con gente como Gould se produce un efecto curioso: cuanto más se escribe sobre él menos parece saberse de él. Por lo tanto, no pretendo incurrir en la sobreinterpretación. Me limitaré simplemente a llamar la atención sobre Genius Within: The Inner Life of Glenn Gould, el documental de Michèle Hozer y Peter Raymont, donde se puede escuchar, entre otros testimonios, el de Cornelia Foss). La película, que sigue cronológicamente la vida de Gould, no disipa el misterio, pero lo pone sobre la mesa y debería verse junto con Glenn Gould: The Alchemist de Bruno Monsaingeon.
Genius Within: The Inner Life of Glenn Gould (2009) entrelaza una serie de
materiales nunca antes vistos, fotografías, y extractos de sus
grabaciones privadas, caseras y diarios, además de entrevistas
personales a sus amigos más íntimos, así como a sus amantes, algunos de
los cuales nunca habían hablado de él en público, para reconstruir sus
pensamientos sobre la música, el arte, la sociedad, el amor y la vida.
En nuestro mundo saturado de medios, donde la información triunfa sobre
el conomcimiento, existe una profunda necesidad por alguien que corte a
través de lo estático y nos hable con claridad, candidez, sincera y
eternamente. Ese es uno de los regalos más profundos de Glenn Gould.
Ficha técnica:
Título: Genius Within: The Inner Life of Glenn Gould. Dirección: Michèle Hozer, Peter Raymont. Producción: Michèle Hozer , Kelly Jenkins, Peter Raymont. Dirección de fotografía: Walter Corbett. Montaje: Michèle Hozer. Sonido: Bruce Cameron. País de origen: Canadá. Año: 2009.
Hay una imagen que se ha vuelto un ícono: un hombre al piano, en una
silla desvencijada y a una altura poco acorde a dicho instrumento,
tocando en una aparente incómoda posición, encorvado, casi arrojado
hacia el instrumento. Ese hombre, que fuera llamado “el James Dean de la
música clásica”, se transformó en un mito en la juventud de su vida, y
su fama de excéntrico, maniático, meticuloso, misógino y demás fobias
perduró incluso después de su muerte, constituyendo, y acrecentando, el
mito.
Claro está, nos referimos a Glenn Gould, el pianista canadiense que revolucionó la música con sus interpretaciones poco ortodoxas – especialmente las de Bach – como también la industria del disco, la radio, y también la televisión. No es casual que Gould sea colocado a la par de Marshall McLuhan como uno de los más destacados ciudadanos canadienses, no sólo por el aporte a su país sino por compartir ciertos criterios respecto a los medios de comunicación.
Lo cierto es que Glenn Gould creó una imagen de sí mismo; fotografías, filmaciones y programas de televisión son testigos de la “marca” del pianista: el sobretodo, los guantes y la gorra, junto a la mencionada silla, forman parte del sello visual del músico. Es importante destacar esto, porque en vida, y más allá de abandonar las salas de concierto a una temprana edad, Gould siempre se hizo de una imagen pública. De este modo, Genius Within: The Inner Life of Glenn Gould se plantea bucear sobre el Glenn Gould privado. Parte de la premisa de que todo aquel que lo vea ya conoce al Gould público; por lo tanto, la obra de los canadienses Michèle Hozer y Peter Raymont explorará el aspecto “desconocido” del pianista.
El documental, realizado en una forma más bien clásica y formal, pivotea en tres elementos: las entrevistas, el archivo y el propio Gould a veces como narrador. En ese sentido, dado que el músico generó en vida una importante cantidad de materia visual, pareciera que la novedad de los documentales biográficos – variedad que claramente tiene sus mayores exponentes en los documentales televisivos – recae en el archivo. Genius Within… no es la excepción. Pareciera haber cierto regocijo en darle la palabra a las ex novias del pianista, que en verdad poco aportan a comprender la magnitud pianística de Gould, ya que no sólo aportan su experiencia sino también imágenes cotidianas. Vemos así a un Gould distendido en una fiesta de cumpleaños, o recitando Shakespeare junto a unos amigos.
Ahora bien, la pregunta que surge al ver este tipo de documentales es ¿qué aporta acerca del biografiado? A aquel que disfruta de las interpretaciones de Gould, ¿le interesa saber sobre con quién pasaba los veranos? ¿Si realmente era fóbico o hipocondríaco? Al dejar de lado al Gould público queda expuesto el hombre común, se podrá decir; ¿pero eso modificará la percepción de sus ejecuciones? Una de las preguntas que debemos hacernos, junto a este título, es hasta qué punto los documentales biográficos no se vuelven pornográficos. Es decir, en el sentido de mostrar lo que no se debiera ver. Pareciera así que la carrera en estos tipos de documentales reside en la búsqueda de lo no visto, lo original ya no está en las formas sino en los archivos.
Es que en ese sentido, Genius Whithin… se erige como un documental, podríamos decir, “elegante”. No sólo por su discurso de sobriedad, sino porque se coloca, finalmente, como un documental políticamente correcto. De este modo, en nada se diferencia a las biografías de History Channel o a las del E! Entertainment, pareciéndose así un episodio más de alguno de los ciclos televisivos que a un documental fílmico. Fundamentemos esta opinión en base a varios elementos. Ante todo, por lo antes expresado: muestra las “miserias” privadas para luego volver al genio, lo privado queda “olvidado” en pos del personaje público; el personaje queda salvado, redimido. El documental sale favorecido al no emplear la voz en off – recurso que haría más notoria su emparentación televisiva –, aunque muchas veces es la propia voz de Gould que nos relata los eventos; sin embargo, al optar por una modalidad expositiva, los realizadores oscilan entre testimonio e imágenes, como un ida y vuelta, para aseverar lo dicho. Así, por ejemplo, si vemos a una ex compañera de conservatorio dar su palabra, las imágenes realizan un zoom in, o algún recurso similar, a la imagen que prueba lo dicho. Si nos remitimos a la filmografía de Peter Raymont, veremos que ha producido y dirigido una cantidad importante de títulos para la televisión canadiense. Éste, claro está, no es un dato menor respecto a lo que venimos planteando.
Cabe recalcar que la adopción de una modalidad expositiva no es sinónimo de mala calidad, lo mismo podemos decir respecto al trabajo de archivo. Sin embargo, en Genius Within… hay algo más que vuelve gélido al documental: su “perfección”, que se relaciona con la “elegancia” que antes habíamos mencionado. En Genius Within… parecería haber cierto distanciamiento respecto al personaje que se biografía, todo está en su lugar, correctamente armado y montado.
Si bien a Glenn Gould se lo comparó con una máquina, comparación bien gélida si las hay, sus grabaciones distaban de ser perfectas. En ellas muchas veces se lo oye tararear o algún ruido de su crujiente silla; sus interpretaciones eran sesudas, las analizaba profundamente antes de tocarlas, buscaba los conflictos, las contradicciones de la obra. Todo eso, ese “espíritu Gould”, no emerge en Genius Within… Hay, por lo menos, dos films que se acercaron al Gould tanto privado como público: Thirty Two Short Films About Glenn Gould (François Girard, 1993) y Glenn Gould: Au delà du temps (Bruno Monsaingeon, 2006). Ambos lograron matizar los dos aspectos del pianista, mostrando su genialidad y sus contradicciones, en forma cálida y hasta poco ortodoxa (por lo menos para la primera). En cambio, Genius Within… parece estar tan concentrado en la búsqueda archivística que olvida el resto.
Glenn Gould no fue un personaje fácil de encasillar; por lo tanto, una película sobre él tampoco puede quedarse en fórmulas hechas donde pareciera dar lo mismo si se habla sobre un músico o sobre cualquier otro personaje del ambiente artístico. Desde ya, siempre resulta atractivo ver a Gould “luchando” con el piano, mimetizarse con el instrumento, verlo trabajar o escuchar su pensamiento. Genius Whithin… queda atascada entre la fascinación por el archivo, el hombre público y el hombre privado.
Finalmente, queda la música…
Claro está, nos referimos a Glenn Gould, el pianista canadiense que revolucionó la música con sus interpretaciones poco ortodoxas – especialmente las de Bach – como también la industria del disco, la radio, y también la televisión. No es casual que Gould sea colocado a la par de Marshall McLuhan como uno de los más destacados ciudadanos canadienses, no sólo por el aporte a su país sino por compartir ciertos criterios respecto a los medios de comunicación.
Lo cierto es que Glenn Gould creó una imagen de sí mismo; fotografías, filmaciones y programas de televisión son testigos de la “marca” del pianista: el sobretodo, los guantes y la gorra, junto a la mencionada silla, forman parte del sello visual del músico. Es importante destacar esto, porque en vida, y más allá de abandonar las salas de concierto a una temprana edad, Gould siempre se hizo de una imagen pública. De este modo, Genius Within: The Inner Life of Glenn Gould se plantea bucear sobre el Glenn Gould privado. Parte de la premisa de que todo aquel que lo vea ya conoce al Gould público; por lo tanto, la obra de los canadienses Michèle Hozer y Peter Raymont explorará el aspecto “desconocido” del pianista.
El documental, realizado en una forma más bien clásica y formal, pivotea en tres elementos: las entrevistas, el archivo y el propio Gould a veces como narrador. En ese sentido, dado que el músico generó en vida una importante cantidad de materia visual, pareciera que la novedad de los documentales biográficos – variedad que claramente tiene sus mayores exponentes en los documentales televisivos – recae en el archivo. Genius Within… no es la excepción. Pareciera haber cierto regocijo en darle la palabra a las ex novias del pianista, que en verdad poco aportan a comprender la magnitud pianística de Gould, ya que no sólo aportan su experiencia sino también imágenes cotidianas. Vemos así a un Gould distendido en una fiesta de cumpleaños, o recitando Shakespeare junto a unos amigos.
Ahora bien, la pregunta que surge al ver este tipo de documentales es ¿qué aporta acerca del biografiado? A aquel que disfruta de las interpretaciones de Gould, ¿le interesa saber sobre con quién pasaba los veranos? ¿Si realmente era fóbico o hipocondríaco? Al dejar de lado al Gould público queda expuesto el hombre común, se podrá decir; ¿pero eso modificará la percepción de sus ejecuciones? Una de las preguntas que debemos hacernos, junto a este título, es hasta qué punto los documentales biográficos no se vuelven pornográficos. Es decir, en el sentido de mostrar lo que no se debiera ver. Pareciera así que la carrera en estos tipos de documentales reside en la búsqueda de lo no visto, lo original ya no está en las formas sino en los archivos.
Es que en ese sentido, Genius Whithin… se erige como un documental, podríamos decir, “elegante”. No sólo por su discurso de sobriedad, sino porque se coloca, finalmente, como un documental políticamente correcto. De este modo, en nada se diferencia a las biografías de History Channel o a las del E! Entertainment, pareciéndose así un episodio más de alguno de los ciclos televisivos que a un documental fílmico. Fundamentemos esta opinión en base a varios elementos. Ante todo, por lo antes expresado: muestra las “miserias” privadas para luego volver al genio, lo privado queda “olvidado” en pos del personaje público; el personaje queda salvado, redimido. El documental sale favorecido al no emplear la voz en off – recurso que haría más notoria su emparentación televisiva –, aunque muchas veces es la propia voz de Gould que nos relata los eventos; sin embargo, al optar por una modalidad expositiva, los realizadores oscilan entre testimonio e imágenes, como un ida y vuelta, para aseverar lo dicho. Así, por ejemplo, si vemos a una ex compañera de conservatorio dar su palabra, las imágenes realizan un zoom in, o algún recurso similar, a la imagen que prueba lo dicho. Si nos remitimos a la filmografía de Peter Raymont, veremos que ha producido y dirigido una cantidad importante de títulos para la televisión canadiense. Éste, claro está, no es un dato menor respecto a lo que venimos planteando.
Cabe recalcar que la adopción de una modalidad expositiva no es sinónimo de mala calidad, lo mismo podemos decir respecto al trabajo de archivo. Sin embargo, en Genius Within… hay algo más que vuelve gélido al documental: su “perfección”, que se relaciona con la “elegancia” que antes habíamos mencionado. En Genius Within… parecería haber cierto distanciamiento respecto al personaje que se biografía, todo está en su lugar, correctamente armado y montado.
Si bien a Glenn Gould se lo comparó con una máquina, comparación bien gélida si las hay, sus grabaciones distaban de ser perfectas. En ellas muchas veces se lo oye tararear o algún ruido de su crujiente silla; sus interpretaciones eran sesudas, las analizaba profundamente antes de tocarlas, buscaba los conflictos, las contradicciones de la obra. Todo eso, ese “espíritu Gould”, no emerge en Genius Within… Hay, por lo menos, dos films que se acercaron al Gould tanto privado como público: Thirty Two Short Films About Glenn Gould (François Girard, 1993) y Glenn Gould: Au delà du temps (Bruno Monsaingeon, 2006). Ambos lograron matizar los dos aspectos del pianista, mostrando su genialidad y sus contradicciones, en forma cálida y hasta poco ortodoxa (por lo menos para la primera). En cambio, Genius Within… parece estar tan concentrado en la búsqueda archivística que olvida el resto.
Glenn Gould no fue un personaje fácil de encasillar; por lo tanto, una película sobre él tampoco puede quedarse en fórmulas hechas donde pareciera dar lo mismo si se habla sobre un músico o sobre cualquier otro personaje del ambiente artístico. Desde ya, siempre resulta atractivo ver a Gould “luchando” con el piano, mimetizarse con el instrumento, verlo trabajar o escuchar su pensamiento. Genius Whithin… queda atascada entre la fascinación por el archivo, el hombre público y el hombre privado.
Finalmente, queda la música…
Lior Zylberman
AUDIO:
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Una carta de amor entre los discos
A veinticinco años de la muerte del
brillante pianista, la artista germano-estadounidense Cornelia Brendel
Foss habla del apasionado romance que vivió con el intérprete
emblemático de las Variaciones Goldberg, por quien abandonó a su marido
Hace veinticinco años, el 4 de octubre de 1982, cuando murió el brillante pero excéntrico pianista Glenn Gould, sus colegas fueron convocados para limpiar y ordenar el contenido de su atestado departamento de Toronto. Entre los frascos de píldoras vacíos y los discos apilados y desparramados, encontraron algo que no esperaban: una carta de amor.
"Estoy profundamente enamorado de cierta bella muchacha", había escrito el pianista. "Le pedí que se casara conmigo, pero me rechazó; aún la amo más que a nada en el mundo y cada minuto que puedo pasar con ella es una pura gloria... por favor, avísame cuándo puedo verla."
La destinataria resultaba desconocida y la carta era lo último que todos hubieran esperado de Gould, uno de los más grandes músicos clásicos del siglo XX, y también uno de los más recluidos y menos sociables. Conmovía a millones con sus interpretaciones profundamente personales de la música de Bach, pero tenía tanto miedo de la intimidad y de los gérmenes que era reticente incluso a que otra persona lo tocara. Fácil de admirar, incluso de venerar, era casi imposible conocerlo.
"Ningún pianista supremo ha entregado su corazón y su mente de manera tan absoluta", había dicho de él el virtuoso del violín Yehudi Menuhin, "mostrándose a su vez de manera tan escasa."
En el momento de su muerte, hacía dieciocho años que Gould -que había sido uno de los artistas más populares del mundo de la música clásica, que en 1957 se había convertido en el primer norteamericano que tocaba en la Unión Soviética desde la Segunda Guerra Mundial- no se presentaba en público. A partir de 1964, solo se lo había podido escuchar en grabaciones e incluso en esos casos eran grabaciones de él solo, tocando el piano.
Y, sin embargo, entre 1967 y 1972, Gould, tan celoso de su intimidad, había tenido una relación amorosa con la bella Cornelia Brendel Foss, una artista germano-estadounidense que había dejado a su esposo, el prominente conductor y compositor Lukas Foss, y se había mudado con sus dos hijos a Toronto, la ciudad natal de Gould.
Este intento de vida doméstica, solo conocido por sus amigos íntimos, parece haber sido el núcleo de la lucha interior que Gould sufrió durante buena parte de su vida, que lo hizo debatirse entre impulsos conflictivos: por una parte, producir música que conectara a la gente con su propia espiritualidad y, por otra, evitar involucrarse en un mundo que le inspiraba tantos miedos. Sus fobias, y las píldoras que ingería para aliviar una cantidad de enfermedades, muchas de ellas imaginarias, probablemente contribuyeron al ataque que lo mató apenas nueve días después de cumplir 50 años.
La reticencia de Gould para relacionarse con otros fue origen de muchos rumores, entre ellos que era asexual u homosexual. Pero Foss, quien volvió con su esposo en 1972 -aún viven juntos en Manhattan, en su casa de verano de Bridgehampton, N. Y.-, desestimó todas esas especulaciones.
"Creo que circulaban muchas ideas falsas sobre Glenn", dijo Cornelia durante una entrevista realizada en julio, en Bridgehampton, en la que por primera vez habló del tema, "y en parte eso se debe a que tenía una vida profundamente privada. Pero le aseguro que era un hombre extremadamente heterosexual. Nuestra relación era, entre otras cosas, intensamente sexual."
En 1956, recuerda Foss, su esposo estaba ensayando para un concierto con Leonard Bernstein, en la calurosa Los Ángeles, cuando apareció un Gould de 24 años, con cara de bebé, sin anunciarse y vestido con las ropas invernales que eran su marca registrada.
"Mi esposo alzó la vista y vio un sombrero y una bufanda que se acercaban hacia él", recuerda Foss, sonriendo. "Le dijo a Lukas: ´Hola, soy Glenn Gould. Vengo a escuchar al mejor pianista del mundo ."
"Me atrajeron su apostura y su enorme inteligencia", dice. "Tenía una mente original, era extremadamente ingenioso y tenía un enorme sentido del humor." Por su parte, según dicen sus amigos, Gould se sintió atraído por la belleza de la rubia Foss, por su inteligencia y su carácter independiente. Hija de un historiador del arte y una madre experta en arte clásico, Cornelia había estudiado escultura en la Academia Americana de Roma, donde el compositor Aaron Copland la presentó a Lukas Foss.
Los Foss escucharon por primera vez una interpretación en vivo de Gould en 1957. Un concierto de Gould no se parecía a nada que la pareja -o el mundo de la música clásica- hubiera visto en su vida: se sentaba al piano en trance, balanceándose y como inconsciente, tarareando y dirigiéndose a sí mismo con la mano libre mientras su melena se despeinaba sin control.
"Era el James Dean de la música clásica", dice Tim Page, un crítico musical del Washington Post , ganador del Pulitzer y amigo de Gould. "La gente se sentía atraída por su intensidad, su talento y su apostura juvenil. Era un tipo audaz que no parecía salido del conservatorio. Tocaba como un ángel, pero transmitía gran tensión."
Page califica la música de Gould como "urgente, vibrante, brillante y abiertamente sexy . Le daba swing a Bach".
Gould y el cerebral y amigable Lukas Foss trabajaron juntos en algunas partituras y en los documentales radiales de Gould, y Cornelia Foss también participó en un proyecto. Sin embargo, cuando Lukas se convirtió en director de la Filarmónica de Buffalo, en 1963, los Foss estuvieron a unos 130 kilómetros de Toronto, la base de Gould.
"Glenn llamaba mucho a mi casa", recuerda Foss. "Todo empezó como una amistad entre Lukas, Glenn y yo, pero lentamente Glenn y yo iniciamos una relación amorosa. Nuestra vida juntos avanzaba con lentitud y fue cuidadosamente planeada."
En 1966, Gould le pidió a Foss que se casara con él. Ella lo pensó durante un tiempo, dice, porque estaban enamorados y, además, su propio matrimonio estaba en problemas. Y al año siguiente subió a sus dos hijos -Christopher, de 9 años, y Eliza, de 5- al auto y se marchó de Buffalo.
"Nunca olvidaré a Lukas de pie, junto al auto y sonriendo", recuerda ella. "Le dije: ´¿De qué te ríes? Te estoy dejando por Glenn . Y él me respondió: ´No seas ridícula. Volverás ".
Tal vez ella compartía hasta cierto punto el escepticismo de su marido, porque no se casó con Gould y ni siquiera fue a vivir con él. En cambio, Foss se instaló con sus hijos en una casa que compró en Toronto.
Para los que pensaron que estaba cautivada por el arte de Gould, les tenemos reservada una irónica sorpresa: a Foss no le gustaba la manera en que Gould interpretaba a Bach, el compositor clásico que fue el otro amor de su vida.
"Bach tiene un tema religioso", explica Foss. "Mi abuelo era deán de la catedral de San Lorenzo, en Nuremberg. No se puede tratar a Bach como a un reloj, armarlo y desarmarlo, pero a Glenn le gustaba jugar con él más que atenerse a la intención del compositor. Bach se hubiera horrorizado."
Aunque no da detalles personales, Foss dice que Gould era romántico y que ambos estaban muy enamorados. Aun así, jamás hablaron de tener hijos.
"Yo tenía más de 30 años entonces y en esa época se consideraba que ya era demasiado mayor para tener hijos", dice Cornelia. "De todas maneras, tenía a Christopher y a Eliza, y él era maravilloso con ellos: armaba rompecabezas y ayudaba a Chris en matemática."
Pronto, sin embargo, Foss empezó a dudar de la relación, a partir de 1967, cuando Gould pasó por un grave episodio paranoide.
"Duró varias horas", recuerda ella, "y entonces supe que no era simplemente un neurótico. Era algo más grave. Y pensé: ´Por Dios, ¿voy a criar a mis hijos en este ambiente? Pero me quedé cuatro años y medio."
Foss no quiere dar más detalles sobre el episodio, pero otros amigos dicen que Gould se convenció de que alguien trataba de envenenarlo y de que había gente que lo espiaba. No hubo ninguna prueba que sustentara nada de eso, aunque otras mujeres lo perseguían con propósitos románticos y sus admiradores trataron de abrir su buzón de correspondencia, dejando marcas de destornillador que aún se conservan.
En su libro Glenn Gould: The Ecstasy and Tragedy of Genius (W. W. Norton, 1977), el psiquiatra Peter Oswald, que había sido amigo de Gould, especulaba con la posibilidad de que el pianista sufriera el síndrome de Asperger, una alteración de conducta semejante al autismo pero no tan invalidante, que, según otros, puede haber afectado también a genios de la talla de Albert Einstein. Foss no hace ninguna especulación al respecto, pero se involucró tanto en su cuidado y tratamiento que incluso se ha encontrado su nombre en las cuentas de la farmacia del pianista.
Pintora talentosa, Foss tuvo que postergar su carrera para ocuparse no solo de Gould y de sus hijos, sino también del marido, a quien había dejado.
"No tenía paz mental para pintar", dice Foss, quien nunca intentó hacer un retrato de Gould. "Tenía que ocuparme de Glenn y de Lukas y de mis dos hijos... volvía todos los fines de semanas a Buffalo para ver a Lukas."
Gould y Foss hablaron de casarse y de comprar una casa, recuerda ella, pero la idea quedó en la nada porque él se negó a iniciar un tratamiento de sus problemas emocionales.
"Ni siquiera admitía tenerlos", agrega ella. "Hubiera podido ser un buen esposo y padre."
Finalmente, Foss decidió romper la relación. En 1972, cuando su esposo se fue de Buffalo para convertirse en director musical de la Filarmónica de Brooklyn, ella decidió volver a Nueva York con sus hijos y abandonó a Gould. El pianista, sin embargo, no cejó: condujo 800 kilómetros hasta Bridgehampton para convencer a Foss de que volviera a Toronto.
"Hablamos en una cabaña de la playa", recuerda ella, "y fue muy penoso para los dos. Todavía albergábamos intensos sentimientos mutuos y fue triste verlo tan dolorido, y que yo fuera la causa de su dolor."
Gould volvió a Toronto sin Foss, pero la llamó por teléfono prácticamente todas las noches durante dos años hasta que ella finalmente lo convenció de que no lo hiciera más. Gould murió diez años más tarde, sin haberse casado nunca.
Hoy Foss ha vuelto a su trabajo como instructora de arte y pintora, y es muy conocida por sus paisajes al óleo. Ella y Lukas Foss han estado casados durante 56 años. Su hijo Christopher es ejecutivo de publicidad y su hija Eliza es actriz.
No sabe si la carta encontrada en el departamento de Gould se refiere a ella, dice con incomodidad, y sugiere, incluso, que podría ser ficticia. No obstante, prefiere que no le lean el texto; dice que a Gould eso no le hubiera gustado nada.
"Era una persona tan recluida", dice Foss. "Se habría revolcado en su tumba si hubiera pensado que alguien encontraba algo escrito por él que revelara sus emociones."
Tal vez este sea uno más de los muchos secretos que Gould se llevó a la tumba. Si hay una respuesta, tal vez esté en su música, que sigue vendiéndose y es escuchada en todo el mundo como el mejor memorial de un talento único, notable y misterioso.
ENLACES/FUENTES:
http://blogs.lanacion.com.ar/gianera/uncategorized/el-misterioso-gould/
http://es.wikipedia.org/wiki/Glenn_Gould
http://glenngouldmovie.com/
http://juliosbv.blogspot.com.ar/2011/07/j-s-bach-variaciones-goldberg-bwv-988.html
http://memoriadocumental.blogspot.com.ar/2010/10/genius-within-inner-life-of-glenn-gould.html
http://notodoslosgatosonpardos.blogspot.com.ar/2011/12/glenn-gould-el-enigma-de-un-pianista.html
http://revista.cinedocumental.com.ar/4/criticas_04.html
http://thepiratebay.se/search/glenn+gould/0/3/101
http://thepiratebay.se/search/glenn+gould/0/3/104
http://thepiratebay.se/search/glenn+gould/0/3/200
http://www.dvdbeaver.com/film3/blu-ray_reviews53/genius_within_glenn_gould_blu-ray.htm
http://www.glenngould.com/
http://www.kino.com/press/geniuswithin_gould/index.html
http://www.lanacion.com.ar/950061-una-carta-de-amor-entre-los-discos
http://www.thirteen.org/13pressroom/press-release/american-masters-2010-season-genius-within-the-inner-life-of-glenn-gould/
http://www.youtube.com/user/LorberFilms/videos?query=genius+within