Hay algo que no muere: el sectarismo. Lo encontramos
demasiadas veces en el gobierno y en su aparato
informativo-propagandístico. Pero el mundo K no es el único lugar donde
crece esa planta carnívora.
Cristian Ritondo, vicepresidente primero de la Legislatura porteña, impuso el retiro del proyecto que declaraba ciudadano ilustre a Horacio Verbitsky.
Según informaciones publicadas el lunes en La Nación, la orden habría
bajado del propio Mauricio Macri. Si nos atenemos a los hechos, el
proyecto, presentado por la legisladora sabbatellista Gabriela Cerruti,
estaba en condiciones de ser votado y tenía los apoyos suficientes para
su aprobación. Por lo que se sabe, Verbitsky fue discriminado porque, en
opinión de un legislador cuyo nombre no se menciona, "implica dar un
premio a alguien que nos mata siempre".El hecho es repudiable y, a la vez, muy torpe. Los fundamentos para ser elegido "ciudadano ilustre" responden a la excelencia en la profesión que desempeña el candidato. No incluyen, por supuesto, una valoración política de sus ideas. Si la incluyera se trataría de una distinción al ciudadano más afín a la circunstancial y efímera mayoría de la legislatura. Esto es obvio. ¿Qué les pasó por la cabeza a los legisladores del Pro que se opusieron a que Verbitsky recibiera la distinción? ¿Qué le pasó por la cabeza a Mauricio Macri cuando dio la orden de que la ley no fuera votada? Si hubieran pensado dos minutos, se habrían dado cuenta de que estaban cometiendo un doble error.
El primero (el que seguramente les importa más), es táctico. Nada mejor para indicar pluralismo que recibir a Verbitsky en la Legislatura, con todos los honores, y entregarle el diploma. Si temieron que Verbitsky trasmutara su discurso de aceptación en arenga contra el Pro, la bancada del gobierno porteño habría debido escucharlo. Como decía Macedonio Fernández, no siempre nos tocan las galletitas con azúcar de los dos lados.
El segundo es un error conceptual. Un puñado de políticos se cree con autoridad suficiente para evaluar no sólo el desempeño de Verbitsky, sino sus posiciones a lo largo de décadas y hasta el presente. Juzgan su ideología, no sus méritos profesionales. Se toman una revancha a la medida de sus pequeños intereses: como Verbitsky nos ataca siempre, nosotros no le damos nada. Confundir el Estado con el propio partido es un defecto severo en el que incurre no sólo y de manera constante la Presidenta sino que, al club de los confundidos, entran los legisladores del Pro y el Jefe del Gobierno de Buenos Aires. El Club del Corte de Manga.
A Verbitsky le han hecho un notable e inesperado servicio. Podrá decir, con toda razón, que ha sido objeto de una discriminación intolerable en la democracia. Estará en lo cierto. Nadie puede responder de buena fe que Verbitsky no le daría la distinción de "ciudadano ilustre" a un enemigo suyo. También estaría en lo cierto. Verbitsky es un hombre duro y enconado, pero es un periodista, no un legislador ni un gobernante. Aunque se insinúe, de vez en cuando, que es un ministro sin cartera, esa misma expresión "sin cartera", lo diferencia de Ritondo y de Macri. Desde su lugar, puede negarle un vaso de agua a quienes ataca en Página 12, aunque ese estilo de ataque no sea, para muchos, el que representa de manera más plena una perspectiva objetiva y pluralista. Su estilo no es óptimo, pero Verbitsky no gobierna ni legisla. Quien quiere leerlo, lo lee. Quien no quiere, se lo saltea. Es imposible saltearse a Macri y a la Legislatura, porque son gobierno.
Dos veces, en los últimos años, algún legislador amigo me hizo saber que iba a proponerme como "ciudadana ilustre". Esta es la norma habitual, que seguramente también cumplió Gabriela Cerruti con Verbitsky, al iniciar el largo trámite. Cuando me hicieron conocer la intención de comenzar ese trámite en mi favor, les solicité a quienes me llamaban que no lo hicieran. Temía encontrar resistencia y quedar finalmente envuelta en una pelea que no me interesaba dar. Pero si hubiera contestado con un agradecimiento afirmativo, es lógico que frente a una orden en mi contra habría sentido la censura, la discriminación política y el ataque a mis ideas, hecho del peor modo: sin recibir la oportunidad de defenderlas en el mismo escenario en que se me cuestionaba.
Esto le ha sucedido ahora a Verbitsky. El Pro se opuso a que se lo nombrara por el motivo miserable de que los critica duramente. Se perdieron una gran oportunidad. Sólo un político menor no se da cuenta de que la entrada de Verbitsky a la Legislatura habría sido un acto que les convenía. Si no piensan en términos de conveniencia, ni tampoco piensan en términos de principios, ¿con qué categorías piensan?
ENLACES/FUENTES:
http://www.lanacion.com.ar/1483476-cuando-no-se-piensa
http://www.lanacion.com.ar/autor/beatriz-sarlo-306